Lo que vi mientras soñaba
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El Guaje
KeLa_13
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Re: Lo que vi mientras soñaba
Vale, estrelitha… hoy se me ha escapado un “delicatessen” en casa de mi abuela y ha sido culpa TUYA! Por tu delicioso… jajajajajajaja.
Bei_ta: no se te hacen largos??? Pues yo escribiéndolos sudaba la gota gorda jajajaja.
copón: mensajes subliminales a mí ninguno eh!!!! Que encima hoy tengo metida una puta canción en la cabeza... sí, mujer, ya sabes esa de... "Tengo 17 aaaaños, qué enfermedad, sí sí sí, cuando tenga ¡¡¡¡¡¡¡DIECIOOOOOCHOOOOOOO!!!!!!! se me curaráááá... Que en realidad tengo DIECIOCHO años, pero mira, no hay edad para cantar canciones... ANDA! mi perro acaba de ladrar DIECIOCHO veces, qué curioso...
CAPÍTULO 8
Ángel: ¿De verdad tienes que irte? – me miró con carita de pena, mientras me impedía abrir la puerta del coche.
Patricia: Digo yo que tendré que dormir un poquito, ¿no? – sonreí.
Ángel: Yo tengo una cama enoorme en casa…
Patricia: Pero yo no tengo pijama, corazón…
Ángel: ¿Te hace falta? – puso cara de extrañado – Quiero decir… Vale, vete, déjame aquí, solo, tirado en la carretera, con las lágrimas recorriendo mis mejillas y la desilusión arraigada en el cuerpo… No, no digas nada, estaré bien, tranquila… Le echaré la llave al cajón de los cuchillos y la esconderé… Aunque te advierto que soy yo quien esconde la llave, así que sabré dónde buscarla… Pero naaada… si quieres irte… - me abrió la puerta.
Me metí corriendo en el coche y encendí el motor, cerrando la puerta y abriendo la ventanilla para despedirme.
Patricia: Me voy, bonito – dije cantando.
Ángel: Te invito a comer – metió la cabeza por la ventanilla para convencerme, pero yo negué con la cabeza.
Patricia: No voy a comer con el desayuno que nos hemos metido en el cuerpo. Voy a tumbarme para dormir.
Ángel: ¿Y si te quedas dormida mientras conduces? ¡Podrías matarte! ¡Podrías matar a los demás!
Patricia: Ángel, mírame – me quité las gafas de sol y abrí los ojos exageradamente – No tengo sueño, ¿lo ves?
Ángel: Veo unas ojeras preciosas – farfulló.
Me reí porque seguramente era verdad y le cogí del cuello de la camiseta para besarle. Él metió medio cuerpo dentro de mi coche y me respondió al beso como si la vida le fuera en ello. Un par de minutos después, aproveché que estaba aturdido por el beso tan pasionalmente gratuito que le acababa de regalar y empujé su frente, sacando su cabeza de mi coche y arrancando despacito mientras sacaba un brazo y le chillaba:
Patricia: ¡Ciao, corazón!
Ángel: ¡¡Te llamo esta noche, tarada!! ¡¡¡Conduce con cuidado, por dios!!!
En cuanto llegué a casa, me descalcé, me quité los vaqueros, vi que llevaba las bragas del revés, y me tumbé a dormir en el sofá.
Di mil vueltas, cambié de postura otras tantas veces, mi cabeza no dejaba de hacerme llegar las imágenes de hacía escasas horas, la cara de Ángel, sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, murmurando entre dientes palabras que no llegaba a comprender, sus manos por mi cuerpo, sus labios en los míos…
El agotamiento de no haber dormido en toda la noche fue debilitando mi cuerpo y mi mente, sumiéndome rápidamente en uno de esos sueños…
De nuevo estoy aquí, en ese lugar desconocido que mi mente se empeña en mostrarme para que lo reconozca y, sin embargo, no puedo hacerlo.
Otra vez me muevo con la destreza de un cazador entre los árboles, evitando tropezar con las raíces que surgen del suelo, apartando las ramas rebeldes que tratan de enredarse en mi pelo y que ya no me asustan porque se han vuelto más que familiares para mí.
En mi otro sueño, el camino se trazaba perfectamente en mi cabeza, una sucesión de imágenes agobiantes, frustrantes y agotadoras; un camino que seguía con rapidez por miedo a olvidar esas formas que se agolpaban en mi cerebro y que no me dejaban ver más allá. Esta vez llego al claro del bosque sin problemas, sin dudar, sin necesidad de pararme a retomar el aire o a orientarme en medio de tanta vegetación.
La misma hierba húmeda recibe mis pies cansados, envolviéndome en su aroma que hoy mi sensibilidad olfativa capta con mayor intensidad, embriagándome.
Miro atrás, insegura, quizá he llegado demasiado pronto… quizá él no venga hoy… quizá sólo estoy loca.
El viento revuelve mi pelo, como queriendo despejar las dudas de mi mente. Suspiro y cierro los ojos; no quiero abrirlos, no quiero verle acercarse y quedarse lejos, como siempre, no quiero mirarle al rostro y no recordarle después…
Hoy sólo deseo despertar. Despertar y comprobar que todo esto ha sido un sueño donde soñaba que buscaba desesperadamente la presencia de alguien irreal…, al fin y al cabo, nadie me asegura su existencia.
Pero el genio de los sueños no atiende a mis súplicas, me martiriza dejándome allí, sola, sintiéndome vacía, aferrándome a una ilusión que cada noche toma forma aunque yo no sepa darle identidad.
Un golpe de frío me saca de mis delirios, haciéndome abrir los ojos y lo que veo me sorprende… No sé cuánto tiempo me he obligado a no ver, pero al parecer es el suficiente para que él ya esté cerca de mí, más que muchas veces, menos que otras pocas…
Mi corazón empieza a palpitar a un ritmo descontrolado y trago saliva, nerviosa, mientras él sigue avanzando. Vuelvo a cerrar los ojos, apretándolos con fuerza, tratando de convencerme de que nada es real.
Patricia: No es cierto, Patri, no lo es… no lo es… no está aquí…
No dejo de susurrármelo a mí misma, necesito creérmelo, ya no puedo soportar la idea de despertar y haber olvidado su rostro y me recuerdo a mí misma que eso es lo que pasará.
De pronto, unos brazos rodean mi cuerpo y me siento débil. Abro los ojos, ahora anegados en lágrimas y pienso en por qué esta noche todo es diferente, por qué esta noche me abraza contra su cuerpo. Parece tan real… siento su pecho caliente, al igual que los brazos que rodean con fuerza mi cuerpo y me siento protegida. Aspiro el olor a cuero de su chaqueta y me dispongo a responderle al abrazo. Mis manos se afianzan en su espalda, pero poco duran allí; paseo por sus brazos, su nuca, su pelo… quiero sentirle, lo necesito, porque cuantas más cosas recuerde al despertar, más fácil me resultará dar con él, si es que realmente existe.
Voz: No estás sola, pequeña… Déjame estar contigo…
Su voz… Retumba en mis oídos. Su timbre es grave, propio de un hombre de mediana edad, denotando preocupación. Tiemblo ligeramente al escucharle susurrarme y tengo la sensación de que hasta su voz es un recuerdo para mí.
Voz: Te vas a resfríar…
Patricia: No me importa… Esto sólo es un sueño.
Y de pronto, desperté. Un torbellino de imágenes se arremolinaban alrededor de mi cerebro que, completamente descolocado, se castigaba en pensar el por qué, por qué tenía que ser justo en ese momento, por qué ahora sentía más que nunca que le conocía, por qué cuando empezaba a enamorarme de Ángel, por qué seguía pensando en esa maldita figura que cada noche me acosaba en mis sueños…
Agotada, me puse a llorar. Tenía ansiedad por primera desde hacía mucho tiempo, no entendía por qué seguía soñando con alguien que probablemente sólo existiese en mi cerebro, no entendía que después de la noche con Ángel en la que tan cómoda me había sentido, tan especial y tan llena entre sus brazos, siguiese soñando con alguien que no era él…
El móvil empezó a sonar dentro de mi bolso, pero yo no tenía ganas de cogerlo. Luego recordé que Ángel me había prometido llamarme y me levanté corriendo para descolgar, mientras me limpiaba las lágrimas y sorbía los mocos. Llegué al teléfono justo antes de que colgase.
Ángel: ¿Patricia?
Patricia: Sí, sí, perdona…
Ángel: ¿Estás bien?
Patricia: Sí, es que he perdido un poco el aliento al abalanzarme sobre el bolso...
Ángel: Ah… ¿Te he despertado?
Patricia: Casi. Quiero decir, que llevaba despierta un par de minutitos… ¿Y tú? ¿Has dormido bien?
Ángel: Creo que he roncado y todo… - rió.
Patricia: Seguro que has entrado en casa, te has descalzado y te has quedado roque en el sofá… - bromeé.
Ángel: Anda, ¿cómo lo sabes?
Patricia: Porque es lo que me ha pasado a mí…
Ángel: En realidad he tardado un poquito en dormirme… mi sofá olía a ti…
Respiré hondo y tragué saliva. Ángel diciéndome cosas tan bonitas y yo pensando en mi sueño… Por dios, ¿qué me estaba pasando? ¿Tan importante para mí era encontrar a ésa maldita persona? Me di cuenta de que sí… necesitaba mirar sus ojos, ponerle un rostro a ese alguien a quien buscaba noche tras noche sumida en mi más profundo inconsciente. ¿Podía estar enamorada de alguien que no conocía o no creía conocer? ¿De alguien cuyo cuerpo, tacto, olor… sólo era un borroso recuerdo de mi mente? ¿Y qué pasaba entonces con Ángel? Sin darme cuenta había empezado a llorar de nuevo.
Ángel: Patricia, ¿sigues ahí?
Patricia: Sí – dije tratando de que no notase por mi voz que estaba llorando.
Ángel: Te noto rara…
Patricia: Estoy bien, de verdad. Es que todavía ando medio dormida…
Ángel: Tu voz no suena a sueño… suena como triste.
Patricia: Es que cuando tengo sueño sueno apagada… - disimulé.
Ángel: Ya… - le escuché suspirar – Oye, tarada, voy a dejarte porque tengo una pizza en el horno y se me está quemando…
Patricia: Vale, guapo… Hasta mañana – me despedí.
Ángel: Nos vemos mañana, Patri…
Y vaya si nos vimos… Llegué tarde una vez más, entré a Globomedia aún con las gafas puestas y me dirigí a mi camerino para dejar las cosas y salir pitando a Maquillaje, donde debían estar acordándose de mi árbol genealógico al completo.
Cuando Mario me vio las ojeras quiso matarme, lo leí en sus ojos, pero no me dijo nada. Se limitó a esforzarse en que no se me notasen exageradamente; cuando ya estaba acabando, Ángel entró por la puerta y pasó por detrás de mí acariciándome un hombro y sentándose en la silla de al lado.
Ángel: Sabía que te iba a encontrar aquí.
Giré mi rostro para mirarle pero Mario me cogió por el mentón y volvió a poner mi cara mirando al frente.
Ángel: Bueno, en realidad he ido primero a tu camerino, luego a la cafetería, a Vestuario… Así que, descartando sitios, he acabado aquí…
Mario: Ya está, niña. ¿Te doy una manita de pintura, Ángel?
Ángel: ¿Qué te crees que soy? ¿La Gioconda?
Mario: Boh, yo me voy…
Patricia: Algún día me pintará las mejillas con pintalabios por tu culpa…
Ángel: Pues nada, pondrás de moda el estilo Heidi…
Reí casi a desgana.
Patricia: ¿Qué querías, Ángel?
Ángel: Nada, saludarte. Anoche te noté rarilla…
Patricia: Tenía sueño, pero ya está solucionado… He descansado del tirón toda la noche – en realidad apenas había pegado ojo.
Vi por el rabillo del ojo que asentía con la cabeza. No podía mentirle mirándole a la cara, él lo notaría, tenía un sensor para ese tipo de cosas.
Ángel: ¿Te apetece ir a la cafetería a tomar algo? – preguntó dudando.
Patricia: Es que he llegado tarde y todavía no he pasado por Vestuario ni he avisado a Gonzalo por si me necesitan para algún sketch… Sólo me ha dado tiempo de tirar mis cosas en el camerino y venir aquí…
Me levanté y me alisé, nerviosa, la camiseta.
Ángel: Ya… pues… ¿has desayunado? ¿Quieres que te traiga algo?
Patricia: ¿Eh? No, no… - eché a andar de espaldas hacia la puerta, señalando de espaldas el pasillo – Me voy ya o me… matarán – sonreí y creo que quedó una mueca falsa.
Me hizo un gesto con la mano, como incitándome a marcharme y eso hice. Suspiré soltando todo el aire que contenía en mis pulmones. Me probé la ropa de ese día, shorts con camiseta, y me salí a la puerta que daba al parking con un paquete de tabaco que le había cogido prestado a Clara mientras me decía la ropa que me tenía que poner. Encendí uno de los cigarros y miré cómo se consumía sin darle ni una calada. Cuando ya llevaba el suficiente tiempo como para quedarme congelada, alguien se sentó a mi lado. No me hizo falta sentarme para saber que era Ángel. Tragué saliva esperando a que hablase.
Ángel: ¿Tú no habías dejado de fumar?
Patricia: Sí – murmuré.
Ángel: ¿Me das uno? – señaló el paquete.
Se lo acerqué y cogió el mechero que aún sostenía en mi mano, rozándola delicadamente, de una forma que podía parecer que lo había hecho sin querer, pero yo sabía que no era así.
Patricia: Tú también habías dejado de fumar, ¿no?
Se encogió de hombros y le dio una calada.
Ángel: No creo que mis pulmones se resientan por uno más.
Le miré y tiré el cigarro que sujetaba y que ya estaba completamente consumido. Alargué la mano y le quité el suyo, llevándomelo a los labios y aspirando el humo, tratando de alguna manera de romper la barrera que sin darnos cuenta estábamos construyendo entre nosotros. Cuando terminé, le puse el cigarro en los labios a Ángel y dejé que lo sostuviese él. Estuvimos un rato sentados allí, sin mirarnos, pasándonos ese y otros dos cigarros entre nosotros, sin pronunciar ni una sola palabra. No sabía qué decir para romper el hielo y, al parecer, Ángel esperaba que fuese yo quien lo hiciese. Diez minutos y un cigarrillo después, Dani salió buscando a Ángel.
Dani: Tío, ¿sabes que el guión no se escribe solito y que no pienso escribir lo tuyo? Mueve tu culo hasta la sala de guionistas ahora mismo… ¿¡Qué coño haces!? ¿¡Fumar!? No me lo puedo creer, macho… Es que eres tonto… - dicho esto se metió, todavía renegando.
Ángel apretó la mandíbula y se levantó, apoyándose en mi hombro.
Ángel: Una charla muy gratificante.
Durante el programa estuve de lo más torpe y despistada, me veía incapaz de poner el tono correcto que exigía el guión, o de leer bien alguna que otra frase… Por el pinganillo no dejaban de pedirme que me centrase y en una de esas ocasiones, aproveché que estábamos entre vídeos para quitármelo, mientras bufaba. Era la primera vez en cuatro años que me quitaba el chivato y Ángel me miró completamente sorprendido, mientras ponía caras raras, supuse que porque le estarían dando la chapa a él. Al final, él se quitó también el pinganillo.
Ángel: Joder, cómo chilla…
Patricia: Además es que su vocecita se me clava en el cerebro y no me deja pensar…
Ángel: Tranquila, ¿vale?
Gonzalo nos avisó de que nos quedaban tres segundos, y ambos nos metimos el pinganillo en la oreja.
Ángel: Vamos a ello, Patricia – me guiñó un ojo.
En otro de los vídeos, me pasó un papel donde me había escrito: “¿Puedo ayudarte en algo?”, sonreí forzadamente y le negué con la cabeza. Le vi apretar la mandíbula disimuladamente, pero no me dijo nada porque ya estábamos de vuelta de otro vídeo. Cuando su sección acabó y Miki estaba saliendo se acercó a mí, se quitó el micro y me cogió por los hombros, haciendo que me sorprendiese.
Ángel: Patricia, no estás sola… Quiero estar contigo, déjame estar contigo, joder…
Me quedé en shock mientras se iba hacia el QEP. Esa frase, mi sueño, esas palabras…
Bei_ta: no se te hacen largos??? Pues yo escribiéndolos sudaba la gota gorda jajajaja.
copón: mensajes subliminales a mí ninguno eh!!!! Que encima hoy tengo metida una puta canción en la cabeza... sí, mujer, ya sabes esa de... "Tengo 17 aaaaños, qué enfermedad, sí sí sí, cuando tenga ¡¡¡¡¡¡¡DIECIOOOOOCHOOOOOOO!!!!!!! se me curaráááá... Que en realidad tengo DIECIOCHO años, pero mira, no hay edad para cantar canciones... ANDA! mi perro acaba de ladrar DIECIOCHO veces, qué curioso...
CAPÍTULO 8
Ángel: ¿De verdad tienes que irte? – me miró con carita de pena, mientras me impedía abrir la puerta del coche.
Patricia: Digo yo que tendré que dormir un poquito, ¿no? – sonreí.
Ángel: Yo tengo una cama enoorme en casa…
Patricia: Pero yo no tengo pijama, corazón…
Ángel: ¿Te hace falta? – puso cara de extrañado – Quiero decir… Vale, vete, déjame aquí, solo, tirado en la carretera, con las lágrimas recorriendo mis mejillas y la desilusión arraigada en el cuerpo… No, no digas nada, estaré bien, tranquila… Le echaré la llave al cajón de los cuchillos y la esconderé… Aunque te advierto que soy yo quien esconde la llave, así que sabré dónde buscarla… Pero naaada… si quieres irte… - me abrió la puerta.
Me metí corriendo en el coche y encendí el motor, cerrando la puerta y abriendo la ventanilla para despedirme.
Patricia: Me voy, bonito – dije cantando.
Ángel: Te invito a comer – metió la cabeza por la ventanilla para convencerme, pero yo negué con la cabeza.
Patricia: No voy a comer con el desayuno que nos hemos metido en el cuerpo. Voy a tumbarme para dormir.
Ángel: ¿Y si te quedas dormida mientras conduces? ¡Podrías matarte! ¡Podrías matar a los demás!
Patricia: Ángel, mírame – me quité las gafas de sol y abrí los ojos exageradamente – No tengo sueño, ¿lo ves?
Ángel: Veo unas ojeras preciosas – farfulló.
Me reí porque seguramente era verdad y le cogí del cuello de la camiseta para besarle. Él metió medio cuerpo dentro de mi coche y me respondió al beso como si la vida le fuera en ello. Un par de minutos después, aproveché que estaba aturdido por el beso tan pasionalmente gratuito que le acababa de regalar y empujé su frente, sacando su cabeza de mi coche y arrancando despacito mientras sacaba un brazo y le chillaba:
Patricia: ¡Ciao, corazón!
Ángel: ¡¡Te llamo esta noche, tarada!! ¡¡¡Conduce con cuidado, por dios!!!
En cuanto llegué a casa, me descalcé, me quité los vaqueros, vi que llevaba las bragas del revés, y me tumbé a dormir en el sofá.
Di mil vueltas, cambié de postura otras tantas veces, mi cabeza no dejaba de hacerme llegar las imágenes de hacía escasas horas, la cara de Ángel, sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, murmurando entre dientes palabras que no llegaba a comprender, sus manos por mi cuerpo, sus labios en los míos…
El agotamiento de no haber dormido en toda la noche fue debilitando mi cuerpo y mi mente, sumiéndome rápidamente en uno de esos sueños…
De nuevo estoy aquí, en ese lugar desconocido que mi mente se empeña en mostrarme para que lo reconozca y, sin embargo, no puedo hacerlo.
Otra vez me muevo con la destreza de un cazador entre los árboles, evitando tropezar con las raíces que surgen del suelo, apartando las ramas rebeldes que tratan de enredarse en mi pelo y que ya no me asustan porque se han vuelto más que familiares para mí.
En mi otro sueño, el camino se trazaba perfectamente en mi cabeza, una sucesión de imágenes agobiantes, frustrantes y agotadoras; un camino que seguía con rapidez por miedo a olvidar esas formas que se agolpaban en mi cerebro y que no me dejaban ver más allá. Esta vez llego al claro del bosque sin problemas, sin dudar, sin necesidad de pararme a retomar el aire o a orientarme en medio de tanta vegetación.
La misma hierba húmeda recibe mis pies cansados, envolviéndome en su aroma que hoy mi sensibilidad olfativa capta con mayor intensidad, embriagándome.
Miro atrás, insegura, quizá he llegado demasiado pronto… quizá él no venga hoy… quizá sólo estoy loca.
El viento revuelve mi pelo, como queriendo despejar las dudas de mi mente. Suspiro y cierro los ojos; no quiero abrirlos, no quiero verle acercarse y quedarse lejos, como siempre, no quiero mirarle al rostro y no recordarle después…
Hoy sólo deseo despertar. Despertar y comprobar que todo esto ha sido un sueño donde soñaba que buscaba desesperadamente la presencia de alguien irreal…, al fin y al cabo, nadie me asegura su existencia.
Pero el genio de los sueños no atiende a mis súplicas, me martiriza dejándome allí, sola, sintiéndome vacía, aferrándome a una ilusión que cada noche toma forma aunque yo no sepa darle identidad.
Un golpe de frío me saca de mis delirios, haciéndome abrir los ojos y lo que veo me sorprende… No sé cuánto tiempo me he obligado a no ver, pero al parecer es el suficiente para que él ya esté cerca de mí, más que muchas veces, menos que otras pocas…
Mi corazón empieza a palpitar a un ritmo descontrolado y trago saliva, nerviosa, mientras él sigue avanzando. Vuelvo a cerrar los ojos, apretándolos con fuerza, tratando de convencerme de que nada es real.
Patricia: No es cierto, Patri, no lo es… no lo es… no está aquí…
No dejo de susurrármelo a mí misma, necesito creérmelo, ya no puedo soportar la idea de despertar y haber olvidado su rostro y me recuerdo a mí misma que eso es lo que pasará.
De pronto, unos brazos rodean mi cuerpo y me siento débil. Abro los ojos, ahora anegados en lágrimas y pienso en por qué esta noche todo es diferente, por qué esta noche me abraza contra su cuerpo. Parece tan real… siento su pecho caliente, al igual que los brazos que rodean con fuerza mi cuerpo y me siento protegida. Aspiro el olor a cuero de su chaqueta y me dispongo a responderle al abrazo. Mis manos se afianzan en su espalda, pero poco duran allí; paseo por sus brazos, su nuca, su pelo… quiero sentirle, lo necesito, porque cuantas más cosas recuerde al despertar, más fácil me resultará dar con él, si es que realmente existe.
Voz: No estás sola, pequeña… Déjame estar contigo…
Su voz… Retumba en mis oídos. Su timbre es grave, propio de un hombre de mediana edad, denotando preocupación. Tiemblo ligeramente al escucharle susurrarme y tengo la sensación de que hasta su voz es un recuerdo para mí.
Voz: Te vas a resfríar…
Patricia: No me importa… Esto sólo es un sueño.
Y de pronto, desperté. Un torbellino de imágenes se arremolinaban alrededor de mi cerebro que, completamente descolocado, se castigaba en pensar el por qué, por qué tenía que ser justo en ese momento, por qué ahora sentía más que nunca que le conocía, por qué cuando empezaba a enamorarme de Ángel, por qué seguía pensando en esa maldita figura que cada noche me acosaba en mis sueños…
Agotada, me puse a llorar. Tenía ansiedad por primera desde hacía mucho tiempo, no entendía por qué seguía soñando con alguien que probablemente sólo existiese en mi cerebro, no entendía que después de la noche con Ángel en la que tan cómoda me había sentido, tan especial y tan llena entre sus brazos, siguiese soñando con alguien que no era él…
El móvil empezó a sonar dentro de mi bolso, pero yo no tenía ganas de cogerlo. Luego recordé que Ángel me había prometido llamarme y me levanté corriendo para descolgar, mientras me limpiaba las lágrimas y sorbía los mocos. Llegué al teléfono justo antes de que colgase.
Ángel: ¿Patricia?
Patricia: Sí, sí, perdona…
Ángel: ¿Estás bien?
Patricia: Sí, es que he perdido un poco el aliento al abalanzarme sobre el bolso...
Ángel: Ah… ¿Te he despertado?
Patricia: Casi. Quiero decir, que llevaba despierta un par de minutitos… ¿Y tú? ¿Has dormido bien?
Ángel: Creo que he roncado y todo… - rió.
Patricia: Seguro que has entrado en casa, te has descalzado y te has quedado roque en el sofá… - bromeé.
Ángel: Anda, ¿cómo lo sabes?
Patricia: Porque es lo que me ha pasado a mí…
Ángel: En realidad he tardado un poquito en dormirme… mi sofá olía a ti…
Respiré hondo y tragué saliva. Ángel diciéndome cosas tan bonitas y yo pensando en mi sueño… Por dios, ¿qué me estaba pasando? ¿Tan importante para mí era encontrar a ésa maldita persona? Me di cuenta de que sí… necesitaba mirar sus ojos, ponerle un rostro a ese alguien a quien buscaba noche tras noche sumida en mi más profundo inconsciente. ¿Podía estar enamorada de alguien que no conocía o no creía conocer? ¿De alguien cuyo cuerpo, tacto, olor… sólo era un borroso recuerdo de mi mente? ¿Y qué pasaba entonces con Ángel? Sin darme cuenta había empezado a llorar de nuevo.
Ángel: Patricia, ¿sigues ahí?
Patricia: Sí – dije tratando de que no notase por mi voz que estaba llorando.
Ángel: Te noto rara…
Patricia: Estoy bien, de verdad. Es que todavía ando medio dormida…
Ángel: Tu voz no suena a sueño… suena como triste.
Patricia: Es que cuando tengo sueño sueno apagada… - disimulé.
Ángel: Ya… - le escuché suspirar – Oye, tarada, voy a dejarte porque tengo una pizza en el horno y se me está quemando…
Patricia: Vale, guapo… Hasta mañana – me despedí.
Ángel: Nos vemos mañana, Patri…
Y vaya si nos vimos… Llegué tarde una vez más, entré a Globomedia aún con las gafas puestas y me dirigí a mi camerino para dejar las cosas y salir pitando a Maquillaje, donde debían estar acordándose de mi árbol genealógico al completo.
Cuando Mario me vio las ojeras quiso matarme, lo leí en sus ojos, pero no me dijo nada. Se limitó a esforzarse en que no se me notasen exageradamente; cuando ya estaba acabando, Ángel entró por la puerta y pasó por detrás de mí acariciándome un hombro y sentándose en la silla de al lado.
Ángel: Sabía que te iba a encontrar aquí.
Giré mi rostro para mirarle pero Mario me cogió por el mentón y volvió a poner mi cara mirando al frente.
Ángel: Bueno, en realidad he ido primero a tu camerino, luego a la cafetería, a Vestuario… Así que, descartando sitios, he acabado aquí…
Mario: Ya está, niña. ¿Te doy una manita de pintura, Ángel?
Ángel: ¿Qué te crees que soy? ¿La Gioconda?
Mario: Boh, yo me voy…
Patricia: Algún día me pintará las mejillas con pintalabios por tu culpa…
Ángel: Pues nada, pondrás de moda el estilo Heidi…
Reí casi a desgana.
Patricia: ¿Qué querías, Ángel?
Ángel: Nada, saludarte. Anoche te noté rarilla…
Patricia: Tenía sueño, pero ya está solucionado… He descansado del tirón toda la noche – en realidad apenas había pegado ojo.
Vi por el rabillo del ojo que asentía con la cabeza. No podía mentirle mirándole a la cara, él lo notaría, tenía un sensor para ese tipo de cosas.
Ángel: ¿Te apetece ir a la cafetería a tomar algo? – preguntó dudando.
Patricia: Es que he llegado tarde y todavía no he pasado por Vestuario ni he avisado a Gonzalo por si me necesitan para algún sketch… Sólo me ha dado tiempo de tirar mis cosas en el camerino y venir aquí…
Me levanté y me alisé, nerviosa, la camiseta.
Ángel: Ya… pues… ¿has desayunado? ¿Quieres que te traiga algo?
Patricia: ¿Eh? No, no… - eché a andar de espaldas hacia la puerta, señalando de espaldas el pasillo – Me voy ya o me… matarán – sonreí y creo que quedó una mueca falsa.
Me hizo un gesto con la mano, como incitándome a marcharme y eso hice. Suspiré soltando todo el aire que contenía en mis pulmones. Me probé la ropa de ese día, shorts con camiseta, y me salí a la puerta que daba al parking con un paquete de tabaco que le había cogido prestado a Clara mientras me decía la ropa que me tenía que poner. Encendí uno de los cigarros y miré cómo se consumía sin darle ni una calada. Cuando ya llevaba el suficiente tiempo como para quedarme congelada, alguien se sentó a mi lado. No me hizo falta sentarme para saber que era Ángel. Tragué saliva esperando a que hablase.
Ángel: ¿Tú no habías dejado de fumar?
Patricia: Sí – murmuré.
Ángel: ¿Me das uno? – señaló el paquete.
Se lo acerqué y cogió el mechero que aún sostenía en mi mano, rozándola delicadamente, de una forma que podía parecer que lo había hecho sin querer, pero yo sabía que no era así.
Patricia: Tú también habías dejado de fumar, ¿no?
Se encogió de hombros y le dio una calada.
Ángel: No creo que mis pulmones se resientan por uno más.
Le miré y tiré el cigarro que sujetaba y que ya estaba completamente consumido. Alargué la mano y le quité el suyo, llevándomelo a los labios y aspirando el humo, tratando de alguna manera de romper la barrera que sin darnos cuenta estábamos construyendo entre nosotros. Cuando terminé, le puse el cigarro en los labios a Ángel y dejé que lo sostuviese él. Estuvimos un rato sentados allí, sin mirarnos, pasándonos ese y otros dos cigarros entre nosotros, sin pronunciar ni una sola palabra. No sabía qué decir para romper el hielo y, al parecer, Ángel esperaba que fuese yo quien lo hiciese. Diez minutos y un cigarrillo después, Dani salió buscando a Ángel.
Dani: Tío, ¿sabes que el guión no se escribe solito y que no pienso escribir lo tuyo? Mueve tu culo hasta la sala de guionistas ahora mismo… ¿¡Qué coño haces!? ¿¡Fumar!? No me lo puedo creer, macho… Es que eres tonto… - dicho esto se metió, todavía renegando.
Ángel apretó la mandíbula y se levantó, apoyándose en mi hombro.
Ángel: Una charla muy gratificante.
Durante el programa estuve de lo más torpe y despistada, me veía incapaz de poner el tono correcto que exigía el guión, o de leer bien alguna que otra frase… Por el pinganillo no dejaban de pedirme que me centrase y en una de esas ocasiones, aproveché que estábamos entre vídeos para quitármelo, mientras bufaba. Era la primera vez en cuatro años que me quitaba el chivato y Ángel me miró completamente sorprendido, mientras ponía caras raras, supuse que porque le estarían dando la chapa a él. Al final, él se quitó también el pinganillo.
Ángel: Joder, cómo chilla…
Patricia: Además es que su vocecita se me clava en el cerebro y no me deja pensar…
Ángel: Tranquila, ¿vale?
Gonzalo nos avisó de que nos quedaban tres segundos, y ambos nos metimos el pinganillo en la oreja.
Ángel: Vamos a ello, Patricia – me guiñó un ojo.
En otro de los vídeos, me pasó un papel donde me había escrito: “¿Puedo ayudarte en algo?”, sonreí forzadamente y le negué con la cabeza. Le vi apretar la mandíbula disimuladamente, pero no me dijo nada porque ya estábamos de vuelta de otro vídeo. Cuando su sección acabó y Miki estaba saliendo se acercó a mí, se quitó el micro y me cogió por los hombros, haciendo que me sorprendiese.
Ángel: Patricia, no estás sola… Quiero estar contigo, déjame estar contigo, joder…
Me quedé en shock mientras se iba hacia el QEP. Esa frase, mi sueño, esas palabras…
KeLa_13- Mensajes : 343
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
ay dios pero que cosa
por fin ha vuelto el sueño y la frase... aisssss que lo vea ya de una vez leñe! xD
como siempre te superas y me sigue encantando cada vez más
PD. Siguen no pareciendome largos, tengo ganas de más xD
por fin ha vuelto el sueño y la frase... aisssss que lo vea ya de una vez leñe! xD
como siempre te superas y me sigue encantando cada vez más
PD. Siguen no pareciendome largos, tengo ganas de más xD
Re: Lo que vi mientras soñaba
Pero, es él? no? porq...tienes q ser él? ¿por que se preocupa tanto, es él esat claro, joder! como puede no verlo? q estamos? tontas? jajajaja
Me encanta como describes cada escena, como las detallas, como ahces q me lo iamgine todo sin el mínimo esfuerzo (nací vaga) como consigues q me emta en la historia sin tener q proponerlo, me encantas! ajajja
Largos, largos, largos, (hablo de capitulos eh?) conforme voy leyendo miro el cursor para ver cuanto queda, y si veoq es poco me pongo nerviosa, ¿has visto lo q has provocado? largos largos, q sean largos porq aún así son cortos! jajaja
Me encanta como describes cada escena, como las detallas, como ahces q me lo iamgine todo sin el mínimo esfuerzo (nací vaga) como consigues q me emta en la historia sin tener q proponerlo, me encantas! ajajja
Largos, largos, largos, (hablo de capitulos eh?) conforme voy leyendo miro el cursor para ver cuanto queda, y si veoq es poco me pongo nerviosa, ¿has visto lo q has provocado? largos largos, q sean largos porq aún así son cortos! jajaja
estrelitha- Mensajes : 115
Fecha de inscripción : 10/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
Pues para capi largo, este...
No supe controlarmeee... Pero es que en verdad prefiero que todo sea uno, porque así no es todo rallada... también hay diálogo... Bah, yo me entiendo (noooo, el problema es que nooo )
CAPÍTULO 9
No podía ser, se me estaba yendo la cabeza y me estaba volviendo loca. En cuanto el programa acabó salí corriendo de Globomedia. En mi cabeza retumbaban las palabras de Ángel, muy parecidas a las de mi sueño, ¿podía ser que…? No, era una coincidencia, seguro. Siempre se dice eso cuando alguien está mal, sólo que esa vez había coincidido con algo que a mí me turbaba.
Me sentía completamente frustrada cuando llegué a mi casa; empezaba a pensar que esa mierda de sueño me estaba afectando demasiado pero no podía olvidarlo, pues cada vez que lo intentaba, volvía a destrozar mi descanso.
Recordé entonces el olor a hierba húmeda de la terraza de Ángel, comparándolo con el que me invadía en mis sueños… ¿Otra coincidencia? ¡Si yo ni siquiera creía en las casualidades!
Me senté en una silla de la cocina, tratando de entender algo.
Mi móvil no paraba de sonar desde hacía rato, era Ángel, pero no quería cogérselo, no sabía qué decirle.
Veía el rostro de Ángel al acercarse a mí, la frustración de sus ojos, intentando comprender qué me pasaba, intentando llegar a mí, que confiase en él; al principio era porque me veía incapaz de mirarle a los ojos sin sentir que aún no había empezado nada con él y ya le estaba traicionando… y encima con alguien que sólo era producto de mi imaginación… En esos momentos sólo pensaba que todo era una trama que sin pretenderlo me estaba formando yo sola, posiblemente mi subconsciente me estaba jugando una mala pasada, porque tenía tantas ganas de que fuese Ángel el causante de tantas noches de desvelo que mi cerebro me hacía ver similitudes por todas partes.
El móvil volvió a sonar de nuevo, no me hacía falta mirar para saber que Ángel quien insistía hasta la exasperación. Sostuve el teléfono entre mis manos, dudando entre contestarle o rechazar la llamada. Sin darme cuenta, el ruido había cesado y cuando lo miré de nuevo me di cuenta de que había sacado la batería, haciendo así que se apagase directamente.
Dejé caer el móvil sobre la alfombra y me levanté, pasándome desesperada una mano por el pelo. ¿Y si estaba tratando de decirme a mí misma que estaba enamorada de Ángel? ¿Pero realmente eso era así?
Me encantaba el juego de sensualidad y coqueteo que no podíamos reprimir cuando estábamos cerca el uno del otro. Desde el principio yo notaba la mirada de Ángel clavada en mis ojos, en mi nuca, siempre pendiente de mí y, lejos de ponerme nerviosa, sólo me salía tratar de ser lo más sensual posible hasta llegar al punto en que muchas veces me descubría mirándole descaradamente, aunque muchas otras lo hacía a escondidas. Él se daba cuenta de que yo tampoco podía despegar mis ojos de los suyos si me miraba fijamente y poco a poco fuimos entrando en el mundo de las indirectas, de los comentarios subidos de tono y las provocaciones muchas veces sin sentido…
Me encantaba su manera de besar, sutil pero apasionada, la forma en que sus manos resbalaban con suavidad por mi cuerpo, sabiendo exactamente dónde debía ejercer más presión y dónde debía prolongar más el paso de sus dedos para hacer que me estremeciese de placer.
El recuerdo de su voz susurrándome que le dejase hacerme el amor me volvía loca, un escalofrío me recorría la espalda de pensar en que, con sólo una vez, había conseguido hacerme disfrutar como ninguna otra persona en varios años. Su manera de tratarme, el sentimiento de plenitud que había experimentado al sentirle en mí, la comodidad de su pecho y el calor de sus manos…
Sí, probablemente estuviese enamorada de Ángel, pero entonces ¿por qué seguía soñando con ese bosque? Estaba completamente confundida y mareada…
El tiempo pasaba rápido mientras mi cabeza seguía dando vueltas al mismo tema. Después de tomarme un baño para tratar de relajarme, evité el pijama que había sacado para ponerme al salir de la ducha y me puse unos vaqueros y una camiseta. Cogí las llaves del coche que milagrosamente esta vez sí estaban en su sitio, y salí de mi casa cerrando tras de mí.
Con tranquilidad y sin saber muy bien si estaba haciendo lo correcto, llegué a casa de Ángel. Me bajé del coche y me acordé de la madre del meteorólogo por no avisar de que esa noche iba a llover… luego recordé que yo nunca veía El Tiempo, de manera que como pude, me tapé con la chaqueta y llamé al timbre de Ángel. Estaba tardando en contestar, lo suficiente como para que me chopase con la lluvia tan intensa que estaba cayendo. Maldita sea, debía ser la única persona tan estúpida como para no enterarse de cuándo tocaba noche de tormenta. Al otro lado del telefonillo, escuché la voz de Ángel, que sonaba entre enfurecida y adormilada.
Patricia: Ángel, soy yo, ¿quieres abrirme, por favor?
Ángel: ¿Patricia?
Patricia: ¡Sí! ¡Ábreme, por favor!
Me metí en el ascensor mientras me soplaba las manos tratando de darme calor a mí misma, pero era imposible, estaba completamente calada hasta los huesos.
Toqué la puerta tímidamente y Ángel me abrió al segundo, mientras me miraba anonadado.
Ángel: ¿Estás loca, Patricia? ¿Pero tú has visto la que está cayendo?
Patricia: Sí, y encima me ha tocado aparcar mi coche a tomar por culo de tu casa… - sollocé.
Él suspiró y abrió la puerta por completo para que pasase, apartándose a un lado. Me descalcé antes de entrar y dejé las zapatillas tiradas en las escaleras.
Ángel: Madre mía… espera, voy a poner el radiador y te sientas al lado…
Asentí con la cabeza y me quité la chaqueta, sin saber dónde dejarla para no mojar. Él regresó después de encender el radiador y me cogió por el brazo, llevándome hasta donde estaba situado.
Ángel: Oye, estás empapada… Deberías quitarte esa ropa y ponerte otra o acabarás pillando una neumonía de campeonato – fui a decirle que estaba bien, que no se preocupase, pero me lo impidió marchándose.
Patricia: ¿Ángel? – dije alto para que me oyese.
Él apareció con el ceño fruncido y una camiseta de mujer.
Ángel: Ten, es la que te dejaste aquí cuando… Estaba encima de una estantería, pero te la he lavado, así que… - le noté nervioso cuando me acercó la camiseta.
La cogí, con las manos aún heladas, y empecé a desnudarme sin importarme que él estuviese delante, pasándole cada prenda que me quitaba. Su mirada se clavaba tímidamente en el suelo. Me puse la camiseta y en un gesto inconsciente me acerqué más al radiador, abrazándome a mí misma. Ahora sí notaba su mirada clavada en mi espalda y me sentía más desnuda que hacía unos segundos.
Ángel: ¿Todavía tienes frío?
Asentí con la cabeza. Permanecimos unos minutos en silencio, sin mirarnos el uno al otro, como dos desconocidos que se sientan al lado en un autobús.
Ángel: Te he estado llamando… - guardé silencio – Te has marchado corriendo esta tarde del programa… - le miré, aguantando la respiración.
Él me devolvió la mirada y se acercó un poco más a mí.
Ángel: Oye, Patricia… Empiezas a descolocarme, ¿sabes? ¿Estás bien? ¿Puedes responderme y esas cosas que hacen las personas normales para mantener una conversación?
Patricia: No me apetece hablar… - contesté en voz baja.
Ángel: Entonces… no quiero parecer borde, eh… pero entonces… ¿a qué has venido?
Patricia: ¿Podemos sentarnos en el sofá? – pues sí, la verdad es que ¿a qué había ido? ¿a mirarle a los ojos y tratar de reconocer al hombre de mi sueño en él? Parecía gilipollas, macho…
Eché a andar y él me siguió, sentándose a mi lado mientras suspiraba. Tragué saliva para intentar hablar pero no encontraba las palabras que explicasen mi comportamiento, no me atrevía a decirle que era tan ilusa e ingenua como para creer en un sueño ridículo y sobretodo, no quería que pensase que estaba loca. Ángel se limitaba a mirarme mientras su rostro iba cambiando de expresión al darse cuenta de que ningún sonido iba a salir de mi boca: confusión, interés, curiosidad, más confusión, rabia, enfado… enfado mezclado con confusión…
Ángel: No te entiendo, Patricia, joder – le miré a los ojos – Llevas todo el día evitándome, sin mirarme, sin decirme qué narices te pasa y si tiene que ver conmigo y con la madrugada que pasamos juntos el otro día… Esta mañana, salgo y me siento a tu lado, tratando de demostrarte que estoy ahí para cuando te haga falta, nos fumamos varios cigarros y ni una sola palabra sale de tu boca. Me paso toda la tarde y parte de la noche llamándote porque estoy preocupado por ti, preocupado por si toda nuestra química, nuestra complicidad, se ha ido a la mierda por no saber controlar nuestros instintos… ¿Pero tú aprecias ese gesto? ¿Lo aprecias, Patricia? Nooo, porque a la princesita le viene mejor apagar el móvil sin dar ni una jodida explicación, dejando que me coma la cabeza pensando que te he perdido incluso antes de llegar a tener nada contigo… Y encima, no contenta con eso, vienes a mi casa cuando está cayendo una tormenta de la hostia y me pides que nos sentemos en el sofá… el mismo sofá donde hicimos el amor… Nos sentamos, todo normal, y cuando yo ya espero que me des una explicación, un “Ángel, no estoy bien”, o algo… decides quedarte callada de nuevo. ¿Sabes qué me transmites ahora mismo? Inseguridad, indecisión… si no querías acostarte conmigo lo más sencillo era no hacerlo, porque por desgracia yo ya no puedo olvidarlo.
Se levantó del sofá dejándome con la misma sensación que si me hubiese abofeteado y se marchó por el pasillo. Tres segundos después escuché un sonoro portazo. Y en esos tres segundos también noté como un intenso calor subía por mi pecho, lo que me hizo recorrer el pasillo a la misma velocidad y abrir la puerta con rabia, importándome muy poco si se enfadaba y me chillaba. El cuarto estaba a oscuras pero aún así me acordaba de que la cama estaba a la derecha gracias a todas las fiestas que habíamos hecho en su casa para celebrar nuestro cumpleaños y en las que había utilizado su habitación como armario ropero de todos los invitados.
Patricia: Mira, enano descerebrado, me da igual que estés a oscuras y no veas ni una mierda de mi cara, supongo que por mi voz ya te imaginarás que no estoy precisamente dando saltos de alegría… ¡Que sea la jodida última vez que me acuesto contigo y te piensas que no quería hacerlo! ¿Pero tú qué cojones te crees, Ángel? ¿Que yo me acuesto con el primero que me provoca un poco? Pues que sepas que para que yo me meta en la cama con un tío primero tengo que conocerlo y segundo tengo que sentir algo por él… ¡¡Y aunque no sepa qué cojones es ese sentimiento, el caso es que lo tengo!! – grité.
Cerré la puerta detrás de mí y volví a abrirla.
Patricia: ¿¡Y encima te vas a la cama a refugiarte bajo las sábanas!? ¿¡Y luego la niña soy yo!?
Cerré la puerta y eché a andar por el pasillo, pero de nuevo corrí a abrir.
Patricia: ¡Y no hace falta que me acompañes que sé dónde está la salida! – hice el amago de cerrar pero volví a empujar el manillar - ¡IMBÉCIL!
Salí de su casa después de coger mi bolso y bajé corriendo las escaleras, mientras me arrepentía de haber ido a su casa y de haberle chillado e insultado. Pero él se lo había ganado, vale que tuviese razón en el 90% de lo que había dicho, vale que yo me hubiese comportado como una niña huyéndole, pero ¿que me dejase con la palabra en la boca y se marchase a dormir? Eso no se le hacía a Patricia Conde.
En cuanto salí a la calle y me empecé a mojar, me acordé de que estaba lloviendo a mares. Murmuré un “mierda” para mis adentros y me puse a llorar de la desmotivación y desgana que había cogido en apenas unos instantes. Me sentía derrumbada mientras corría hacia mi coche, que me quedaba a un par de manzanas. Escuché una voz que me chillaba a mis espaldas; al girarme vi a Ángel con la misma ropa que llevaba en su casa, es decir, camiseta de manga corta blanca y pantalones largos del pijama de tela y en una de sus manos sostenía un paraguas abierto. Me frené en seco al verle correr hacia mí, preguntándome qué narices hacía. Cuando llegó a mi altura me metió debajo de su paraguas y nos quedamos mirando mientras las gotas de lluvia resbalaban desde mi pelo hasta mi rostro, mezclándose con las lágrimas que no podía evitar que saliesen. Él pasó una mano por mis mejillas, tratando de secarlas.
No supe controlarmeee... Pero es que en verdad prefiero que todo sea uno, porque así no es todo rallada... también hay diálogo... Bah, yo me entiendo (noooo, el problema es que nooo )
CAPÍTULO 9
No podía ser, se me estaba yendo la cabeza y me estaba volviendo loca. En cuanto el programa acabó salí corriendo de Globomedia. En mi cabeza retumbaban las palabras de Ángel, muy parecidas a las de mi sueño, ¿podía ser que…? No, era una coincidencia, seguro. Siempre se dice eso cuando alguien está mal, sólo que esa vez había coincidido con algo que a mí me turbaba.
Me sentía completamente frustrada cuando llegué a mi casa; empezaba a pensar que esa mierda de sueño me estaba afectando demasiado pero no podía olvidarlo, pues cada vez que lo intentaba, volvía a destrozar mi descanso.
Recordé entonces el olor a hierba húmeda de la terraza de Ángel, comparándolo con el que me invadía en mis sueños… ¿Otra coincidencia? ¡Si yo ni siquiera creía en las casualidades!
Me senté en una silla de la cocina, tratando de entender algo.
Mi móvil no paraba de sonar desde hacía rato, era Ángel, pero no quería cogérselo, no sabía qué decirle.
Veía el rostro de Ángel al acercarse a mí, la frustración de sus ojos, intentando comprender qué me pasaba, intentando llegar a mí, que confiase en él; al principio era porque me veía incapaz de mirarle a los ojos sin sentir que aún no había empezado nada con él y ya le estaba traicionando… y encima con alguien que sólo era producto de mi imaginación… En esos momentos sólo pensaba que todo era una trama que sin pretenderlo me estaba formando yo sola, posiblemente mi subconsciente me estaba jugando una mala pasada, porque tenía tantas ganas de que fuese Ángel el causante de tantas noches de desvelo que mi cerebro me hacía ver similitudes por todas partes.
El móvil volvió a sonar de nuevo, no me hacía falta mirar para saber que Ángel quien insistía hasta la exasperación. Sostuve el teléfono entre mis manos, dudando entre contestarle o rechazar la llamada. Sin darme cuenta, el ruido había cesado y cuando lo miré de nuevo me di cuenta de que había sacado la batería, haciendo así que se apagase directamente.
Dejé caer el móvil sobre la alfombra y me levanté, pasándome desesperada una mano por el pelo. ¿Y si estaba tratando de decirme a mí misma que estaba enamorada de Ángel? ¿Pero realmente eso era así?
Me encantaba el juego de sensualidad y coqueteo que no podíamos reprimir cuando estábamos cerca el uno del otro. Desde el principio yo notaba la mirada de Ángel clavada en mis ojos, en mi nuca, siempre pendiente de mí y, lejos de ponerme nerviosa, sólo me salía tratar de ser lo más sensual posible hasta llegar al punto en que muchas veces me descubría mirándole descaradamente, aunque muchas otras lo hacía a escondidas. Él se daba cuenta de que yo tampoco podía despegar mis ojos de los suyos si me miraba fijamente y poco a poco fuimos entrando en el mundo de las indirectas, de los comentarios subidos de tono y las provocaciones muchas veces sin sentido…
Me encantaba su manera de besar, sutil pero apasionada, la forma en que sus manos resbalaban con suavidad por mi cuerpo, sabiendo exactamente dónde debía ejercer más presión y dónde debía prolongar más el paso de sus dedos para hacer que me estremeciese de placer.
El recuerdo de su voz susurrándome que le dejase hacerme el amor me volvía loca, un escalofrío me recorría la espalda de pensar en que, con sólo una vez, había conseguido hacerme disfrutar como ninguna otra persona en varios años. Su manera de tratarme, el sentimiento de plenitud que había experimentado al sentirle en mí, la comodidad de su pecho y el calor de sus manos…
Sí, probablemente estuviese enamorada de Ángel, pero entonces ¿por qué seguía soñando con ese bosque? Estaba completamente confundida y mareada…
El tiempo pasaba rápido mientras mi cabeza seguía dando vueltas al mismo tema. Después de tomarme un baño para tratar de relajarme, evité el pijama que había sacado para ponerme al salir de la ducha y me puse unos vaqueros y una camiseta. Cogí las llaves del coche que milagrosamente esta vez sí estaban en su sitio, y salí de mi casa cerrando tras de mí.
Con tranquilidad y sin saber muy bien si estaba haciendo lo correcto, llegué a casa de Ángel. Me bajé del coche y me acordé de la madre del meteorólogo por no avisar de que esa noche iba a llover… luego recordé que yo nunca veía El Tiempo, de manera que como pude, me tapé con la chaqueta y llamé al timbre de Ángel. Estaba tardando en contestar, lo suficiente como para que me chopase con la lluvia tan intensa que estaba cayendo. Maldita sea, debía ser la única persona tan estúpida como para no enterarse de cuándo tocaba noche de tormenta. Al otro lado del telefonillo, escuché la voz de Ángel, que sonaba entre enfurecida y adormilada.
Patricia: Ángel, soy yo, ¿quieres abrirme, por favor?
Ángel: ¿Patricia?
Patricia: ¡Sí! ¡Ábreme, por favor!
Me metí en el ascensor mientras me soplaba las manos tratando de darme calor a mí misma, pero era imposible, estaba completamente calada hasta los huesos.
Toqué la puerta tímidamente y Ángel me abrió al segundo, mientras me miraba anonadado.
Ángel: ¿Estás loca, Patricia? ¿Pero tú has visto la que está cayendo?
Patricia: Sí, y encima me ha tocado aparcar mi coche a tomar por culo de tu casa… - sollocé.
Él suspiró y abrió la puerta por completo para que pasase, apartándose a un lado. Me descalcé antes de entrar y dejé las zapatillas tiradas en las escaleras.
Ángel: Madre mía… espera, voy a poner el radiador y te sientas al lado…
Asentí con la cabeza y me quité la chaqueta, sin saber dónde dejarla para no mojar. Él regresó después de encender el radiador y me cogió por el brazo, llevándome hasta donde estaba situado.
Ángel: Oye, estás empapada… Deberías quitarte esa ropa y ponerte otra o acabarás pillando una neumonía de campeonato – fui a decirle que estaba bien, que no se preocupase, pero me lo impidió marchándose.
Patricia: ¿Ángel? – dije alto para que me oyese.
Él apareció con el ceño fruncido y una camiseta de mujer.
Ángel: Ten, es la que te dejaste aquí cuando… Estaba encima de una estantería, pero te la he lavado, así que… - le noté nervioso cuando me acercó la camiseta.
La cogí, con las manos aún heladas, y empecé a desnudarme sin importarme que él estuviese delante, pasándole cada prenda que me quitaba. Su mirada se clavaba tímidamente en el suelo. Me puse la camiseta y en un gesto inconsciente me acerqué más al radiador, abrazándome a mí misma. Ahora sí notaba su mirada clavada en mi espalda y me sentía más desnuda que hacía unos segundos.
Ángel: ¿Todavía tienes frío?
Asentí con la cabeza. Permanecimos unos minutos en silencio, sin mirarnos el uno al otro, como dos desconocidos que se sientan al lado en un autobús.
Ángel: Te he estado llamando… - guardé silencio – Te has marchado corriendo esta tarde del programa… - le miré, aguantando la respiración.
Él me devolvió la mirada y se acercó un poco más a mí.
Ángel: Oye, Patricia… Empiezas a descolocarme, ¿sabes? ¿Estás bien? ¿Puedes responderme y esas cosas que hacen las personas normales para mantener una conversación?
Patricia: No me apetece hablar… - contesté en voz baja.
Ángel: Entonces… no quiero parecer borde, eh… pero entonces… ¿a qué has venido?
Patricia: ¿Podemos sentarnos en el sofá? – pues sí, la verdad es que ¿a qué había ido? ¿a mirarle a los ojos y tratar de reconocer al hombre de mi sueño en él? Parecía gilipollas, macho…
Eché a andar y él me siguió, sentándose a mi lado mientras suspiraba. Tragué saliva para intentar hablar pero no encontraba las palabras que explicasen mi comportamiento, no me atrevía a decirle que era tan ilusa e ingenua como para creer en un sueño ridículo y sobretodo, no quería que pensase que estaba loca. Ángel se limitaba a mirarme mientras su rostro iba cambiando de expresión al darse cuenta de que ningún sonido iba a salir de mi boca: confusión, interés, curiosidad, más confusión, rabia, enfado… enfado mezclado con confusión…
Ángel: No te entiendo, Patricia, joder – le miré a los ojos – Llevas todo el día evitándome, sin mirarme, sin decirme qué narices te pasa y si tiene que ver conmigo y con la madrugada que pasamos juntos el otro día… Esta mañana, salgo y me siento a tu lado, tratando de demostrarte que estoy ahí para cuando te haga falta, nos fumamos varios cigarros y ni una sola palabra sale de tu boca. Me paso toda la tarde y parte de la noche llamándote porque estoy preocupado por ti, preocupado por si toda nuestra química, nuestra complicidad, se ha ido a la mierda por no saber controlar nuestros instintos… ¿Pero tú aprecias ese gesto? ¿Lo aprecias, Patricia? Nooo, porque a la princesita le viene mejor apagar el móvil sin dar ni una jodida explicación, dejando que me coma la cabeza pensando que te he perdido incluso antes de llegar a tener nada contigo… Y encima, no contenta con eso, vienes a mi casa cuando está cayendo una tormenta de la hostia y me pides que nos sentemos en el sofá… el mismo sofá donde hicimos el amor… Nos sentamos, todo normal, y cuando yo ya espero que me des una explicación, un “Ángel, no estoy bien”, o algo… decides quedarte callada de nuevo. ¿Sabes qué me transmites ahora mismo? Inseguridad, indecisión… si no querías acostarte conmigo lo más sencillo era no hacerlo, porque por desgracia yo ya no puedo olvidarlo.
Se levantó del sofá dejándome con la misma sensación que si me hubiese abofeteado y se marchó por el pasillo. Tres segundos después escuché un sonoro portazo. Y en esos tres segundos también noté como un intenso calor subía por mi pecho, lo que me hizo recorrer el pasillo a la misma velocidad y abrir la puerta con rabia, importándome muy poco si se enfadaba y me chillaba. El cuarto estaba a oscuras pero aún así me acordaba de que la cama estaba a la derecha gracias a todas las fiestas que habíamos hecho en su casa para celebrar nuestro cumpleaños y en las que había utilizado su habitación como armario ropero de todos los invitados.
Patricia: Mira, enano descerebrado, me da igual que estés a oscuras y no veas ni una mierda de mi cara, supongo que por mi voz ya te imaginarás que no estoy precisamente dando saltos de alegría… ¡Que sea la jodida última vez que me acuesto contigo y te piensas que no quería hacerlo! ¿Pero tú qué cojones te crees, Ángel? ¿Que yo me acuesto con el primero que me provoca un poco? Pues que sepas que para que yo me meta en la cama con un tío primero tengo que conocerlo y segundo tengo que sentir algo por él… ¡¡Y aunque no sepa qué cojones es ese sentimiento, el caso es que lo tengo!! – grité.
Cerré la puerta detrás de mí y volví a abrirla.
Patricia: ¿¡Y encima te vas a la cama a refugiarte bajo las sábanas!? ¿¡Y luego la niña soy yo!?
Cerré la puerta y eché a andar por el pasillo, pero de nuevo corrí a abrir.
Patricia: ¡Y no hace falta que me acompañes que sé dónde está la salida! – hice el amago de cerrar pero volví a empujar el manillar - ¡IMBÉCIL!
Salí de su casa después de coger mi bolso y bajé corriendo las escaleras, mientras me arrepentía de haber ido a su casa y de haberle chillado e insultado. Pero él se lo había ganado, vale que tuviese razón en el 90% de lo que había dicho, vale que yo me hubiese comportado como una niña huyéndole, pero ¿que me dejase con la palabra en la boca y se marchase a dormir? Eso no se le hacía a Patricia Conde.
En cuanto salí a la calle y me empecé a mojar, me acordé de que estaba lloviendo a mares. Murmuré un “mierda” para mis adentros y me puse a llorar de la desmotivación y desgana que había cogido en apenas unos instantes. Me sentía derrumbada mientras corría hacia mi coche, que me quedaba a un par de manzanas. Escuché una voz que me chillaba a mis espaldas; al girarme vi a Ángel con la misma ropa que llevaba en su casa, es decir, camiseta de manga corta blanca y pantalones largos del pijama de tela y en una de sus manos sostenía un paraguas abierto. Me frené en seco al verle correr hacia mí, preguntándome qué narices hacía. Cuando llegó a mi altura me metió debajo de su paraguas y nos quedamos mirando mientras las gotas de lluvia resbalaban desde mi pelo hasta mi rostro, mezclándose con las lágrimas que no podía evitar que saliesen. Él pasó una mano por mis mejillas, tratando de secarlas.
KeLa_13- Mensajes : 343
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
que me encanta el fic no hace falta que te lo diga, no???
eres grande, muy grande!
eres grande, muy grande!
El Guaje- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 13/01/2010
Re: Lo que vi mientras soñaba
Pues yo creo q este ha sido mas corto! Me encantan esas escenas son tan... tan... tan de pelicula! y las has descrito tan bien... Yo pensaba qangel noe staba en el cuarto, q se había largado a la calle y ella estaba hablando sola...jajaj pero bueno si está en pijama en la calle deduzco q si estaba por su casa.
Jo, odio en cuanto acabo de leer uno, porq ya estoy ansiosa por leer el siguiente. Creoq debrái esperarme a q lo acabaras, per mejor no me engaño, no aguantaría.
Analizando comportamientos, Ángel tiene razón, es normal q le descoloque, pero yo q sé, un poquito de paciencia y tal, q total ha pasado muy poquito timepo, y las mujeres somos complicadas, debría saberlo. Y Patri pues es q tb está medio loca de la cabeza, porq mira bonita, deja de pensar y perder el tiempo con tu sueño, y hazle el amor a tu realidad ... tonta! mas q tonta! jaajajajjajaja Me implico demasiado. Ale va, cometnad rapido todas y escribe rapido tú, y sube rapido tb! lo quiero todo rapido! coccion lenta dije en algun otro sitio? no me hagais caso! lo quiero ya!jiji
Jo, odio en cuanto acabo de leer uno, porq ya estoy ansiosa por leer el siguiente. Creoq debrái esperarme a q lo acabaras, per mejor no me engaño, no aguantaría.
Analizando comportamientos, Ángel tiene razón, es normal q le descoloque, pero yo q sé, un poquito de paciencia y tal, q total ha pasado muy poquito timepo, y las mujeres somos complicadas, debría saberlo. Y Patri pues es q tb está medio loca de la cabeza, porq mira bonita, deja de pensar y perder el tiempo con tu sueño, y hazle el amor a tu realidad ... tonta! mas q tonta! jaajajajjajaja Me implico demasiado. Ale va, cometnad rapido todas y escribe rapido tú, y sube rapido tb! lo quiero todo rapido! coccion lenta dije en algun otro sitio? no me hagais caso! lo quiero ya!jiji
estrelitha- Mensajes : 115
Fecha de inscripción : 10/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
eso eso!! todo rapido ya...
yo tambien creia que angel no estaba en su cuarto jajaja
yo tambien creia que angel no estaba en su cuarto jajaja
El Guaje- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 13/01/2010
Re: Lo que vi mientras soñaba
estrelitha escribió: Y Patri pues es q tb está medio loca de la cabeza, porq mira bonita, deja de pensar y perder el tiempo con tu sueño, y hazle el amor a tu realidad ... tonta! mas q tonta! jaajajajjajaja
JAJAJAJAJAJA. No sabes lo que me he podido reír con ese comentario. Jodida loca! jajajajaja.
Admito que lo de que Ángel no estuviese en el cuarto hubiese sido un puntazo que no se me ocurrió... Qué cosas pensáis, ende! Yo en eso no caigo!! jajajaja
KeLa_13- Mensajes : 343
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
ahhh que corto se me ha hecho y encima lo dejas ahiii
pero sigue YA!!!!
no puedo comentarte el capi porque solo quiero seguir leyendo jeje
pero sabes que me encanta!!! y si no lo sabes, deberias xD
pero sigue YA!!!!
no puedo comentarte el capi porque solo quiero seguir leyendo jeje
pero sabes que me encanta!!! y si no lo sabes, deberias xD
Re: Lo que vi mientras soñaba
KeLa_13 escribió:estrelitha escribió: Y Patri pues es q tb está medio loca de la cabeza, porq mira bonita, deja de pensar y perder el tiempo con tu sueño, y hazle el amor a tu realidad ... tonta! mas q tonta! jaajajajjajaja
JAJAJAJAJAJA. No sabes lo que me he podido reír con ese comentario. Jodida loca! jajajajaja.
Admito que lo de que Ángel no estuviese en el cuarto hubiese sido un puntazo que no se me ocurrió... Qué cosas pensáis, ende! Yo en eso no caigo!! jajajaja
iba a poner otra palabra más directa y q le pegaba más a la frase q hazle el amor, pero creo q qedaba vulgar y no quiero ensuciar tu fic jajajaja... Creoq ha sido tu forma de describirlo lo q me ha hecho pensarlo, como matizas tanto y lo describes tan genial y detallado, pues mi mente se mete de lleno jajaja no offtopiqueo más. ( es q tengo trabajitos q hacer y no me apetece nada)
estrelitha- Mensajes : 115
Fecha de inscripción : 10/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
Venga, que subo otro! Wiii! Gracias por los comentarios!!!
Este es más cortito (bieeeen!!!)
CAPÍTULO 10
Ángel: Lo siento – empezó a decir – Lo siento muchísimo, Patri. No tengo ningún derecho a enfadarme porque no me cuentes tus problemas. Debería aprender a respetar a que hay ciertas cosas que la gente prefiere no compartir con los demás, pero me duele que tú lo hagas porque creía que confiabas en mí…
Patricia: Y confío en ti, Ángel… Muchísimo – asentí.
Él me cogió la mano y la besó. Yo me abracé a él, temblando, pero me di cuenta de que no había sido una buena idea, porque le estaba mojando sin querer. Fui a separarme para dejar de empaparle a él también, pero con la mano que tenía libre agarró mi cintura y me apretó más hacia él. Rodeé su cuello con mis brazos y acerqué mi boca a su oído.
Patricia: Perdóname, Ángel. No quería que te sintieses mal por mi culpa ni tampoco que pensases que me arrepiento de algo, porque no lo hago. Te quiero demasiado como para arrepentirme de uno de los momentos más felices de mi vida… - susurré.
Su mano acariciaba mi espalda, tratando de reconfortarme.
Ángel: Oye, no quiero que conduzcas con el mal tiempo que hace. Hay mucho zumbado suelto y podrías tener un accidente. Quédate en mi casa esta noche, Patricia. Dormiré en el sofá si hace falta… pero tú no te vas con esta lluvia.
Patricia: Llego a mi casa en veinte minutos, no me va a pasar nada – renegué.
Ángel: Odias conducir cuando llueve, lo dices siempre – fui a abrir la boca para rechistar, pero empezó a hablar antes de que lo consiguiese – No sé si te habrás dado cuenta, pero voy descalzo… así que ¿te importaría si subimos a casa ya?
Bajé mi vista hasta el suelo, clavándola en sus pies desnudos, algo sucios por haber pisado los charcos. Llevaba los camales de los pantalones arrastrando por el suelo, completamente mojados y estaba temblando ligeramente por ir en manga corta.
Patricia: ¿Estás loco? – le cogí por la cintura y arrastré de él – Vamos a tu casa ahora mismo…
Él se cambió el paraguas de mano y pasó su brazo libre por mis hombros, acercándome a él y dándome un tierno beso en la sien.
En cuanto llegamos a la puerta de su casa, se bajó los pantalones y se los quitó sin importarle que algún vecino pudiese salir en esos momentos y verle en calzoncillos. Entró en su casa y me cogió de la mano para que yo también lo hiciese. Me solté y me descalcé de nuevo, dejando las Converse fuera. Entré y cerré la puerta mientras miraba a Ángel, completamente agazapado ante el radiador. Él se giró a mirarme y me sonrió, invitándome a acercarme junto a él. Me senté a su lado sin hablar, tratando de no tocarle porque tenía la ropa mojada, pero pronto me vino una vomitera de palabras.
Patricia: Ángel, me importas. Me importa lo que pienses de mí, lo que sientas por mí y me importa lo que pase entre nosotros. Y me importas porque te aprecio – vi cómo su cara se contraía y supe que no había utilizado la palabra correcta – porque te quiero. Y adoro que te esfuerces tanto por hacerme sonreír cuando me siento mal, o que simplemente te limites a sentarte a mi lado, porque que me quede en silencio, Ángel, no significa que no valore lo que haces por mí. Sé que me he comportado como una maldita niña y que quizá debería haber despejado las dudas que pasaban por tu mente pero no podía hacerlo porque mi cabeza también era un maldito saco de incertidumbres y no quería inmiscuirte para no hacerte daño… Y me doy cuenta de que quizá eso te haya causado más dolor… y lo siento, Ángel, lo siento de verdad…
Apoyé una mano en su rodilla y al instante él apoyó su mano en la mía, acariciándola.
Ángel: ¿Y ya has aclarado tus dudas? – se giró para mirarme a los ojos.
Patricia: Sé que te quiero y eso me basta – contesté sinceramente.
Él sonrió ampliamente y apretó mi mano.
Ángel: Y a mí también…
Temblé un poquito y encogí los hombros reprimiendo un escalofrío.
Patricia: ¿Te queda alguna camiseta mía en alguna otra estantería? – bromeé.
Él se rió y tocó la manga de la camiseta que llevaba puesta, arrugando la nariz.
Ángel: Voy a prepararte un baño calentito y te saco uno de mis pijamas – se levantó y se marchó en bóxers por el pasillo.
Acerqué mis manos al radiador, evitando tocarlo para no quemarme. Ángel apareció cinco minutos después, ya con unos pantalones puestos.
Ángel: Tu baño está preparado. Te he dejado la ropa encima del tocador para que puedas cogerla nada más salir… ¿Te acuerdas de dónde está el baño o quieres que te acompañe?
Patricia: No, tranquilo, me acuerdo de aquella vez que entré a evacuar el ron con Cocacola de Dani… - me levanté sonriéndole.
Ángel: Dios, aquella fiesta fue brutal… Creo que si esa noche me hubiese hecho un tajo había sangrado JB…
Patricia: Yo me lo pasé genial haciendo la conga por tu pasillo…
Ángel: Calla, calla… Todavía estoy viendo a Miki intentando robarme la tele…
Patricia: Y yo la voz de Berta chillando: “¡¡el enano tiene discos de Camela!! Ah, no, son de Pimpinela… ¡¡el enano tiene discos de Pimpinela!!”.
Ángel: Una cosa te digo – se llevó el índice a los labios – la imagen de Berta estirándole la coleta a mi amigo Julián… no tiene precio…
Me reí mientras caminaba hacia el baño. Me desnudé y me metí en el agua calentita, sumergiendo mi cabeza dentro y notando cómo mi temperatura corporal volvía a ser la adecuada. Cerré los ojos y me relajé, evitando que nada pasase por mi mente. Escuché a Ángel golpear suavemente la puerta.
Ángel: Patricia, ¿has comido algo?
Patricia: No… - confesé.
Ángel: Tengo el número del restaurante de un amigo… Son las 23.00h pero con un poco de suerte, todavía tendrá la cocina abierta… ¿te apetece?
¿Por qué era tan mono?
Patricia: No te diré que no, porque el baño me está abriendo el estómago…
Ángel: Voy a llamar, entonces.
Me quedé un par de minutos más remoloneando por la bañera y me levanté para salir. Colgado de un gancho vi un albornoz gris con una A bordada. Lo cogí y me lo puse, escurriéndome el pelo para salir de la bañera. Me vestí con rapidez porque no quería hacer esperar a Ángel. Metí el brazo en la bañera y estiré del tapón, escuchando el sonido del agua al perderse por el desagüe; luego, salí del baño con el albornoz doblado en un brazo.
Patricia: ¿Dónde te dejo esto? – se giró a mirarme desde el sofá – Es que no me habías dejado toalla…
Ángel: Perdona, se me ha pasado. Dame, guapa, yo lo guardo… - se levantó e hizo desaparecer el albornoz.
Patricia: ¿Has llamado al restaurante?
Ángel: Sí, me ha dicho que incluso me deja la cena gratis si le promociono en el programa…
Patricia: Tu amigo es un aprovechado… - reí.
Ángel: Y yo catalán, así que he aceptado – sonrió.
Me senté a su lado en el sofá.
Patricia: ¿Y qué has pedido?
Ángel: Puees... como nos salía gratis le he pedido cocochas de bacalao y su mejor vino italiano…
Patricia: Menuda cara tienes... ¿Y tardarán mucho en llegar?
Ángel: ¿Tienes hambre?
Asentí con la cabeza.
Ángel: Si quieres puedo llamar para meterles prisa…
Patricia: No, anda, a ver si te van a mandar a la mierda y nos quedamos sin cena…
Me miró por el rabillo del ojo y le vi sonreír disimuladamente.
Patricia: ¿De qué te ríes? – sonreí yo también.
Ángel: De tus pintas…
Patricia: ¿Voy mal? – puse morritos – No es culpa mía sino de tu ropa fea… que son feos hasta tus pijamas…
Ángel: Pues te queda muy sexy… - murmuró.
Patricia: O sea, que estabas pensando alguna guarrada mientras sonreías eh, picarón…
Se sonrojó, dándome la razón sin pretenderlo.
Patricia: ¡Te has puesto rojo! ¿Qué narices estabas pensando? – reí.
Ángel: Que no estaba pensando nada… - se puso aún más rojo.
Patricia: Ya, ya… seguro que era algo de mi culo… - le piqué y él se quedó callado - ¿¡Era de mi culo!?
Ángel: ¡¡Que no estaba pensando nada de tu culo!! – exclamó.
Alcé una ceja mirándole y después de sacar morritos, me tiré encima de él y le empecé a hacer cosquillas por todo el cuerpo mientras él se reía y se retorcía por el sofá.
Ángel: ¡Basta, bastaa!
Patricia: Deja de moverte, joder, que te vas a caer al suelo… - le advertí entre risas.
Siguió sin hacerme caso mientras yo seguía haciéndole cosquillas ahora en los costados hasta que caímos los dos, yo encima de él. Empecé a reírme bruscamente, agachando mi cabeza hasta su pecho y contagiándole. Cuando menos me lo esperaba, hizo que rodásemos quedando él encima de mi cuerpo. Clavé mis ojos en los suyos, dejando de reírme aunque mis labios aún conservaban una sonrisa. Por el brillo de sus pupilas pude averiguar que estaba dudando si besarme; humedecí mis labios, incitándole a que lo hiciese pero aún así no se decidía. Supuse que tendría miedo de que volviese a salir corriendo, pero yo estaba decidida a no hacerlo; sentía que Ángel era la persona que podía hacerme feliz.
Moví una mano hasta su nuca y le acerqué lentamente hasta mí rostro, rozando mis labios con los suyos, sonriendo al recordar el tacto y la suavidad que tenían.
Una vez más, perdí el control de mi mente cuando su lengua se coló en mi boca.
Este es más cortito (bieeeen!!!)
CAPÍTULO 10
Ángel: Lo siento – empezó a decir – Lo siento muchísimo, Patri. No tengo ningún derecho a enfadarme porque no me cuentes tus problemas. Debería aprender a respetar a que hay ciertas cosas que la gente prefiere no compartir con los demás, pero me duele que tú lo hagas porque creía que confiabas en mí…
Patricia: Y confío en ti, Ángel… Muchísimo – asentí.
Él me cogió la mano y la besó. Yo me abracé a él, temblando, pero me di cuenta de que no había sido una buena idea, porque le estaba mojando sin querer. Fui a separarme para dejar de empaparle a él también, pero con la mano que tenía libre agarró mi cintura y me apretó más hacia él. Rodeé su cuello con mis brazos y acerqué mi boca a su oído.
Patricia: Perdóname, Ángel. No quería que te sintieses mal por mi culpa ni tampoco que pensases que me arrepiento de algo, porque no lo hago. Te quiero demasiado como para arrepentirme de uno de los momentos más felices de mi vida… - susurré.
Su mano acariciaba mi espalda, tratando de reconfortarme.
Ángel: Oye, no quiero que conduzcas con el mal tiempo que hace. Hay mucho zumbado suelto y podrías tener un accidente. Quédate en mi casa esta noche, Patricia. Dormiré en el sofá si hace falta… pero tú no te vas con esta lluvia.
Patricia: Llego a mi casa en veinte minutos, no me va a pasar nada – renegué.
Ángel: Odias conducir cuando llueve, lo dices siempre – fui a abrir la boca para rechistar, pero empezó a hablar antes de que lo consiguiese – No sé si te habrás dado cuenta, pero voy descalzo… así que ¿te importaría si subimos a casa ya?
Bajé mi vista hasta el suelo, clavándola en sus pies desnudos, algo sucios por haber pisado los charcos. Llevaba los camales de los pantalones arrastrando por el suelo, completamente mojados y estaba temblando ligeramente por ir en manga corta.
Patricia: ¿Estás loco? – le cogí por la cintura y arrastré de él – Vamos a tu casa ahora mismo…
Él se cambió el paraguas de mano y pasó su brazo libre por mis hombros, acercándome a él y dándome un tierno beso en la sien.
En cuanto llegamos a la puerta de su casa, se bajó los pantalones y se los quitó sin importarle que algún vecino pudiese salir en esos momentos y verle en calzoncillos. Entró en su casa y me cogió de la mano para que yo también lo hiciese. Me solté y me descalcé de nuevo, dejando las Converse fuera. Entré y cerré la puerta mientras miraba a Ángel, completamente agazapado ante el radiador. Él se giró a mirarme y me sonrió, invitándome a acercarme junto a él. Me senté a su lado sin hablar, tratando de no tocarle porque tenía la ropa mojada, pero pronto me vino una vomitera de palabras.
Patricia: Ángel, me importas. Me importa lo que pienses de mí, lo que sientas por mí y me importa lo que pase entre nosotros. Y me importas porque te aprecio – vi cómo su cara se contraía y supe que no había utilizado la palabra correcta – porque te quiero. Y adoro que te esfuerces tanto por hacerme sonreír cuando me siento mal, o que simplemente te limites a sentarte a mi lado, porque que me quede en silencio, Ángel, no significa que no valore lo que haces por mí. Sé que me he comportado como una maldita niña y que quizá debería haber despejado las dudas que pasaban por tu mente pero no podía hacerlo porque mi cabeza también era un maldito saco de incertidumbres y no quería inmiscuirte para no hacerte daño… Y me doy cuenta de que quizá eso te haya causado más dolor… y lo siento, Ángel, lo siento de verdad…
Apoyé una mano en su rodilla y al instante él apoyó su mano en la mía, acariciándola.
Ángel: ¿Y ya has aclarado tus dudas? – se giró para mirarme a los ojos.
Patricia: Sé que te quiero y eso me basta – contesté sinceramente.
Él sonrió ampliamente y apretó mi mano.
Ángel: Y a mí también…
Temblé un poquito y encogí los hombros reprimiendo un escalofrío.
Patricia: ¿Te queda alguna camiseta mía en alguna otra estantería? – bromeé.
Él se rió y tocó la manga de la camiseta que llevaba puesta, arrugando la nariz.
Ángel: Voy a prepararte un baño calentito y te saco uno de mis pijamas – se levantó y se marchó en bóxers por el pasillo.
Acerqué mis manos al radiador, evitando tocarlo para no quemarme. Ángel apareció cinco minutos después, ya con unos pantalones puestos.
Ángel: Tu baño está preparado. Te he dejado la ropa encima del tocador para que puedas cogerla nada más salir… ¿Te acuerdas de dónde está el baño o quieres que te acompañe?
Patricia: No, tranquilo, me acuerdo de aquella vez que entré a evacuar el ron con Cocacola de Dani… - me levanté sonriéndole.
Ángel: Dios, aquella fiesta fue brutal… Creo que si esa noche me hubiese hecho un tajo había sangrado JB…
Patricia: Yo me lo pasé genial haciendo la conga por tu pasillo…
Ángel: Calla, calla… Todavía estoy viendo a Miki intentando robarme la tele…
Patricia: Y yo la voz de Berta chillando: “¡¡el enano tiene discos de Camela!! Ah, no, son de Pimpinela… ¡¡el enano tiene discos de Pimpinela!!”.
Ángel: Una cosa te digo – se llevó el índice a los labios – la imagen de Berta estirándole la coleta a mi amigo Julián… no tiene precio…
Me reí mientras caminaba hacia el baño. Me desnudé y me metí en el agua calentita, sumergiendo mi cabeza dentro y notando cómo mi temperatura corporal volvía a ser la adecuada. Cerré los ojos y me relajé, evitando que nada pasase por mi mente. Escuché a Ángel golpear suavemente la puerta.
Ángel: Patricia, ¿has comido algo?
Patricia: No… - confesé.
Ángel: Tengo el número del restaurante de un amigo… Son las 23.00h pero con un poco de suerte, todavía tendrá la cocina abierta… ¿te apetece?
¿Por qué era tan mono?
Patricia: No te diré que no, porque el baño me está abriendo el estómago…
Ángel: Voy a llamar, entonces.
Me quedé un par de minutos más remoloneando por la bañera y me levanté para salir. Colgado de un gancho vi un albornoz gris con una A bordada. Lo cogí y me lo puse, escurriéndome el pelo para salir de la bañera. Me vestí con rapidez porque no quería hacer esperar a Ángel. Metí el brazo en la bañera y estiré del tapón, escuchando el sonido del agua al perderse por el desagüe; luego, salí del baño con el albornoz doblado en un brazo.
Patricia: ¿Dónde te dejo esto? – se giró a mirarme desde el sofá – Es que no me habías dejado toalla…
Ángel: Perdona, se me ha pasado. Dame, guapa, yo lo guardo… - se levantó e hizo desaparecer el albornoz.
Patricia: ¿Has llamado al restaurante?
Ángel: Sí, me ha dicho que incluso me deja la cena gratis si le promociono en el programa…
Patricia: Tu amigo es un aprovechado… - reí.
Ángel: Y yo catalán, así que he aceptado – sonrió.
Me senté a su lado en el sofá.
Patricia: ¿Y qué has pedido?
Ángel: Puees... como nos salía gratis le he pedido cocochas de bacalao y su mejor vino italiano…
Patricia: Menuda cara tienes... ¿Y tardarán mucho en llegar?
Ángel: ¿Tienes hambre?
Asentí con la cabeza.
Ángel: Si quieres puedo llamar para meterles prisa…
Patricia: No, anda, a ver si te van a mandar a la mierda y nos quedamos sin cena…
Me miró por el rabillo del ojo y le vi sonreír disimuladamente.
Patricia: ¿De qué te ríes? – sonreí yo también.
Ángel: De tus pintas…
Patricia: ¿Voy mal? – puse morritos – No es culpa mía sino de tu ropa fea… que son feos hasta tus pijamas…
Ángel: Pues te queda muy sexy… - murmuró.
Patricia: O sea, que estabas pensando alguna guarrada mientras sonreías eh, picarón…
Se sonrojó, dándome la razón sin pretenderlo.
Patricia: ¡Te has puesto rojo! ¿Qué narices estabas pensando? – reí.
Ángel: Que no estaba pensando nada… - se puso aún más rojo.
Patricia: Ya, ya… seguro que era algo de mi culo… - le piqué y él se quedó callado - ¿¡Era de mi culo!?
Ángel: ¡¡Que no estaba pensando nada de tu culo!! – exclamó.
Alcé una ceja mirándole y después de sacar morritos, me tiré encima de él y le empecé a hacer cosquillas por todo el cuerpo mientras él se reía y se retorcía por el sofá.
Ángel: ¡Basta, bastaa!
Patricia: Deja de moverte, joder, que te vas a caer al suelo… - le advertí entre risas.
Siguió sin hacerme caso mientras yo seguía haciéndole cosquillas ahora en los costados hasta que caímos los dos, yo encima de él. Empecé a reírme bruscamente, agachando mi cabeza hasta su pecho y contagiándole. Cuando menos me lo esperaba, hizo que rodásemos quedando él encima de mi cuerpo. Clavé mis ojos en los suyos, dejando de reírme aunque mis labios aún conservaban una sonrisa. Por el brillo de sus pupilas pude averiguar que estaba dudando si besarme; humedecí mis labios, incitándole a que lo hiciese pero aún así no se decidía. Supuse que tendría miedo de que volviese a salir corriendo, pero yo estaba decidida a no hacerlo; sentía que Ángel era la persona que podía hacerme feliz.
Moví una mano hasta su nuca y le acerqué lentamente hasta mí rostro, rozando mis labios con los suyos, sonriendo al recordar el tacto y la suavidad que tenían.
Una vez más, perdí el control de mi mente cuando su lengua se coló en mi boca.
KeLa_13- Mensajes : 343
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
aissss el final!!!!!!
me encanta!!!!!! me ha imnotizado por completo
y que perfecto es Angel por dios
me encanta!!!!!! me ha imnotizado por completo
y que perfecto es Angel por dios
Re: Lo que vi mientras soñaba
Es preciosa la escena bajo la lluvia.
Tienes un estilo impecable:
“Patricia: Ángel, me importas. Me importa lo que pienses de mí, lo que sientas por mí y me importa lo que pase entre nosotros. Y me importas porque te aprecio – vi cómo su cara se contraía y supe que no había utilizado la palabra correcta – porque te quiero.”
Buenísima la conversación sobre la fiesta y el momento culo con su tensión sexual posterior
p.d: no te quiero
Tienes un estilo impecable:
“Patricia: Ángel, me importas. Me importa lo que pienses de mí, lo que sientas por mí y me importa lo que pase entre nosotros. Y me importas porque te aprecio – vi cómo su cara se contraía y supe que no había utilizado la palabra correcta – porque te quiero.”
Buenísima la conversación sobre la fiesta y el momento culo con su tensión sexual posterior
p.d: no te quiero
Legna- Mensajes : 516
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
Que grande, tanto como el resto de capitulos!
Esperaba q tardaría más la recnciliación/aclaración de lo q les pasa/sienten, me ha soprendido muy gratamente, y me ha encantado el final. Como siempre son tu toque senual/sexual/cómico/real/profundo/romántico osea, perfecto...
Por cierto me ha encantado lo de la vomitera de palabras; tanto lo que dice, como la expresión en sí! jaja mu grande Kela!
Esperaba q tardaría más la recnciliación/aclaración de lo q les pasa/sienten, me ha soprendido muy gratamente, y me ha encantado el final. Como siempre son tu toque senual/sexual/cómico/real/profundo/romántico osea, perfecto...
Por cierto me ha encantado lo de la vomitera de palabras; tanto lo que dice, como la expresión en sí! jaja mu grande Kela!
estrelitha- Mensajes : 115
Fecha de inscripción : 10/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
por que las escenas bajo la lluvia son taaan perfectisimas? tienes un gran estilo escribiendo y un talentto envidiable para el humor sutil... lo encajas a la perfeccion jodia...
te envidio, quizas sea el toque femenino eso qe a veces siento que falta en mis fics... ins
te envidio, quizas sea el toque femenino eso qe a veces siento que falta en mis fics... ins
El Guaje- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 13/01/2010
Re: Lo que vi mientras soñaba
Adoro la escena bajo la lluvia!!!! aunque la verdad, todas esas escenas tienen algo que me encanta...
No sé si te había comentado alguna vez (es lo que tiene andar desaparecida por culpa de la universidad... maldita... algún día me vengaré de ella) pero intentaré hacerlo a partir de ahora.
Me tienes intrigada con esto del sueño de Patricia, a ver como va evolucionando eso y a la vez, la relación entre estos dos.
No sé si te había comentado alguna vez (es lo que tiene andar desaparecida por culpa de la universidad... maldita... algún día me vengaré de ella) pero intentaré hacerlo a partir de ahora.
Me tienes intrigada con esto del sueño de Patricia, a ver como va evolucionando eso y a la vez, la relación entre estos dos.
Albeta- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Edad : 34
Re: Lo que vi mientras soñaba
De nuevo aparezco por aquí... Voy a colgar capi que hace mil que no cuelgo y en verdad me daba pereza... (pero como a P.a.t.r.ii le daba Amaral... me ha convencido) jajajaja.
Un besito a todoooooos!!!! Y mil graciaaas por comentaaar!!!
CAPÍTULO 11
Colé mis manos por su camiseta, acariciando su ancha espalda y dejándola levemente al descubierto. Su lengua recorría mi cuello, rematando con suaves besos que me estaban excitando visiblemente. Como pude saqué una de mis piernas de debajo de las suyas y doblé la rodilla para tratar de aliviar el dolor de mi cadera, que empezaba a resentirse por estar en el suelo con unos 70 kilos de peso encima. Ángel apoyó uno de sus codos al lado de mi cabeza, lo que le permitía besarme con más profundidad y acoplarse mejor a mi cuerpo, haciendo que su miembro, algo erecto, rozase mi sexo.
No podía evitar moverme para provocar esos roces que estaban desembocando en una excitación palpable por parte de los dos. Él también comenzó a moverse y de mi boca salió un sonoro jadeo que toda la finca debía haber escuchado.
Patricia: Creo que esto sería mucho mejor sin ropa… - murmuré entre gemidos.
Ángel: Y si nos vamos a la cama ya sería la hostia puta – gruñó.
Me cogió por la cintura y me hizo levantarme; enredé mis piernas alrededor de su cuerpo y, sin dejar de besarnos, echó a andar hacia su cuarto mientras sostenía mi peso con sus manos en mis muslos. Su habitación seguía a oscuras cuando ambos caímos sobre la cama, pero apenas importaba ya que nuestras manos nos hacían las veces de ojos.
Los labios de Ángel seguían paseando por mi cuello y mi mandíbula, peleándose en contadas ocasiones con los míos. Una de esas veces que estaba besándome, aproveché para morder su labio inferior, pasando después la punta de mi lengua. Aunque no le viese, intuía que había dejado su boca entreabierta, dispuesto a que fuese yo quien profundizase el beso esta vez y yo, como era de suponer, no tuve ningún reparo en satisfacerle.
Su mano comenzó a colarse por el pantalón del pijama que llevaba puesto, bajándolo, desnudándome como sólo él sabía hacerlo, logrando calentarme hasta puntos insospechados sólo con el roce de sus manos por mis muslos, descendiendo cada vez un poquito más. Ansiaba sentirle dentro de mí, odiaba el ritmo tan lento al que me estaba sometiendo, pero a la vez amaba lo tierno y paciente que llegaba a ser, porque era evidente que hacía tiempo que ya estaría fumándose el cigarrito de después si no fuese porque quería hacerme disfrutar cada segundo.
Enderezándose un poco, consiguió quitarme pantalones y ropa interior, todo de una estirada, quitándose todo seguido su ropa también. Cuando volví a poner mis manos en su pecho, ya estaba desnudo y le empujé hacia un lado para ponerme yo encima, pero antes incluso de acomodarme a su cuerpo, me volcó en un movimiento rápido y se hizo sitio entre mis piernas, que abracé contra su cuerpo notando cómo iba entrando lentamente en mí, esperándose unos segundos para que me acostumbrase antes de comenzar a moverse.
Enredó una mano en mi pelo, que caía suelto y despeinado sobre la almohada, y me besó de nuevo mientras comenzaba a entrar y salir. Su otra mano se paseó por mi cuello, descendiendo hasta mi pecho, dónde paró algo desconcertado.
Ángel: ¿Por qué todavía llevas la camiseta puesta? – gruñó.
Patricia: Porque no me la he quitado – contesté, conteniendo un gemido a duras penas.
Sabía que estaba sonriendo ante la evidencia de mi respuesta, o quizá ante el hecho de que tratase de dominar mis jadeos para que fuesen lo menos ruidosos posibles.
Ángel: Grita, Patricia… Grita cuanto quieras porque yo también voy a hacerlo…
Se me puso la piel de gallina al escucharle. Su voz, pidiéndome que no me cortase, combinada con el ritmo de las embestidas era lo más sugerente y sensual que nunca había experimentado antes.
Rodeé su cuerpo con mis piernas, abrazándole contra mí, sintiendo cómo su virilidad se adentraba con más fuerza en mi cuerpo. Escondí mi rostro en su hombro, besándolo y mordiéndole de manera pasional, escuchando cómo un gemido se escapaba justo al lado de mi oído. La mano que aún permanecía en mi cabello me estiró suavemente hasta apoyarse de nuevo en la almohada, mientras sus labios se centraban en mi rostro, dándome pequeños besos por las mejillas, la nariz, los párpados cerrados, la boca… Fue descendiendo lentamente hasta llegar a morder mi barbilla y yo no pude evitar aferrarme a su espalda, clavando mis uñas allí y arañando suavemente hacia sus hombros.
Minutos después y haciendo caso omiso a la vergüenza que sentía antes, empecé a gemir al notar que iba llegando el momento. Mi espalda se arqueaba involuntariamente, pegándome al cuerpo de Ángel y mis rodillas dobladas permanecían tensas mientras con una mano me aferraba a su hombro y con la otra estiraba de su pelo impidiendo que siguiese lamiendo mi cuello. Él se quejó con un gemido ahogado al notar el estirón, echando su cuello hacia atrás y aumentando el ritmo de las embestidas, convirtiéndolo en algo carnal, un juego excitante que ya estaba llegando a su fin.
Los gemidos de ambos parecían nuestra única forma de comunicarnos oralmente en esos momentos; él cogió mis brazos por los codos y los apoyó a ambos lados de mi cara, aferrando mis manos, completamente tumbado encima de mí mientras susurraba palabras que mi cerebro no era capaz de asimilar debido al ruido interior que el placer me provocaba.
De la misma manera en que todo había empezado hicimos que acabase, conteniendo la respiración al llegar a lo más alto, entrelazando nuestros dedos y apretando con fuerza, haciendo, justo después, que nuestra satisfacción se hiciese presente en forma de respiraciones agitadas, el sube y baja de nuestros pechos y nuestros corazones unidos latiendo al unísono.
La cabeza de Ángel reposaba junto a la mía, tratando de recuperar el aliento. Puse mi mano en su espalda y le acaricié, disfrutando de la suavidad de su piel, disfrutando de tenerle aún sobre mi cuerpo. Él ronroneó haciéndome saber que le gustaba lo que estaba haciendo y yo sonreí, alargando el paso de mis dedos.
Giró su rostro y me besó en la mejilla, pasando una mano por mi pelo y dejándola allí. Yo también me giré hacia él y le correspondí al beso, pero haciéndolo en los labios, mientras notaba cómo sonreía ante el simple contacto.
Ángel: Te estoy chafando, perdona.
Hizo el amago de quitarse de encima, pero le abracé por la cintura para impedírselo.
Ángel: Te voy a dejar las tetas planas si no me hago a un lado, ya te lo advierto…
Patricia: ¡Venga ya! Si hasta estabas ronroneando mientras te hacía cosquillas… - puse morritos aunque él no podía verlos debido a lo oscuro del cuarto, que sólo nos permitía intuir algunas sombras.
Ángel: Porque me gusta sentir tu mano por mi espalda… Me hace recordar que esto no es un sueño…
Patricia: Como esto sea un sueño, ahorcaré al Duende de los polvos mágicos… - gruñí enfadada.
Ángel: Oye, vale que sea bajito y muy bueno en la cama, pero ¿hace falta que me llames “duende” para confesármelo?
Patricia: ¿Qué dices, chulo creído? Hablo de la leyenda esa… - por su silencio supe que no sabía de qué le hablaba – Cuando era pequeña yo dormía como un tronco y mi madre siempre me decía que un duende me tiraba una especie de polvos mágicos que guardaba en una cajita de madera para que me durmiese sin despertarme ni una sola vez…
Ángel: Patricia… tu madre te drogaba porque le dabas el coñazo por las noches…
Reí y le di un golpe en el brazo.
Patricia: ¿Sabes? – gruñó para que siguiera – Al final iba a tener razón Quintero con eso de que cuando haces reír a una mujer la tienes más cerca de la cama…
Él se movió un poquito.
Ángel: Si me dices que sólo te gusta de mí mi perfecto humor… me sentiré tremendamente ofendido…
Patricia: No… De ti me gusta todo, corazón – reí.
Ángel: Eso espero, porque yo adoro hasta cuando no paras de moverte en la silla porque te estás meando…
Sonreí sin poder evitarlo.
Patricia: ¿Y qué más te gusta de mí?
Se apartó un poco, quedando únicamente una de sus piernas sobre las mías y se puso de lado para estar cerca de mí. Noté su aliento sobre mi mejilla cuando empezó a hablar.
Ángel: Me gustas tú… me gusta el sonido de tu risa cuando soy yo quien la provoca y me gusta que te tapes la boca intentando contenerte para no hacer que me pierda… Me gusta que algunas mañanas vengas corriendo a la Sala de Guionistas y me cuentes tus cosas, como por ejemplo que la máquina de café que está al lado del plató de Aída te ha devuelto de más… Me gusta mirarte y saber qué piensas al instante y me gusta cuando te haces un lío con el guión y tengo que ayudarte a salir de él… Adoro la manera tan exagerada que tienes de gesticular cuando me quieres decir algo y no te sale… y también los botecitos que das al bailar y el poco ridículo que sientes desafinando…
Ángel: Me gusta lo decidida que eres y que me contagies a mí tu seguridad. Me gustas seria, pero me gustas más cuando haces el payaso para que me ría. Me encanta que te pongas a dibujar entre vídeos cositas en tu guión, porque sé que lo haces para que yo te pase las hojas… Me excita tu manera de contonearte cuando sabes que te miro y me vuelve loco que trates de provocarme con tus juegos porque sabes que no soy capaz de contenerme a caer en ellos… Adoro tu sonrisa, sobretodo cuando me la dedicas sólo a mí, porque te siento mía… y eso me gusta, Patricia…
Se paró un instante y yo tragué saliva.
Patricia: ¿Y qué más? – susurré.
Ángel: Me gusta la textura de tu piel – pasó su mano por mi vientre – Y sentir que te estremeces cuando te toco… El sabor de tus labios y la manera en que brillan tus ojos cuando te beso… Me encanta que empieces de manera tímida y acabes completamente desbordada, porque eso me da pie a ser tierno y pasional en una misma noche…
Acallé sus palabras con el beso que estaba deseando darle desde hacía ya tiempo. Le hice rodar hasta quedar yo encima, rozando mi sexo con el suyo y notando cómo empezaba a despertarse de nuevo mientras sus manos acariciaban mi espalda arqueada.
El timbre de la puerta sonó justo en la parte más interesante de la noche, haciendo que ambos diésemos un respingo.
Ángel: Me cago en la puta…
Patricia: Será la comida…
Se me había olvidado por completo que estábamos esperando al repartidor. Me quité de encima y él se levantó, buscando a tientas sus pantalones. Salió de la habitación y yo le seguí completamente desnuda mientras él respondía malhumoradamente al telefonillo. Se giró y me vio sentada en el sofá, con las piernas cruzadas una encima de otra.
Ángel: ¿Qué haces? Te va a ver el repartidor, tarada…
Patricia: ¿Eso te supone un problema? – dije para chinchar.
Ángel: Sí, me supone un problema muy gordo – gruñó.
Patricia: ¿Y no te supone un problema bastante más gordo que sea tu soldadito el que vaya a estrecharle la mano? – señalé su pantalón, que tenía un bulto de lo más sugerente.
Él se sonrojó mientras yo me reía.
Ángel: ¡¡Que te vayas a mi cuarto!!
Patricia: ¡¡Que no, que no hay luz!!
Ángel: ¡¡Pues le das al interruptor!!
Patricia: ¡¡No sé dónde está!!
Ángel: ¡¡Patricia!! – gritó.
Patricia: ¿¡Qué!? – contesté en el mismo tono.
Me miró sonrojado.
Ángel: ¿Se me nota mucho? – se señaló al paquete.
Patricia: No, qué va… - ironicé mientras me mordía un dedo.
Ángel: Joder, es que no baja… - murmuró empujándola.
Patricia: Es lo que tiene tener una chorra potente – contesté de manera natural.
Me miró entrecerrando los ojos y me señaló con un dedo, amenazándome.
Ángel: Si no me muevo no se nota, ¿no?
Patricia: Mira, Ángel, te lo voy a decir sutilmente: se te nota tanto que si yo fuese el repartidor, dejaría la comida sobre el perchero que llevas entre las patas…
Ángel: Joder, qué sutileza…
Llamaron al timbre de arriba y yo sonreí picaronamente.
Un besito a todoooooos!!!! Y mil graciaaas por comentaaar!!!
CAPÍTULO 11
Colé mis manos por su camiseta, acariciando su ancha espalda y dejándola levemente al descubierto. Su lengua recorría mi cuello, rematando con suaves besos que me estaban excitando visiblemente. Como pude saqué una de mis piernas de debajo de las suyas y doblé la rodilla para tratar de aliviar el dolor de mi cadera, que empezaba a resentirse por estar en el suelo con unos 70 kilos de peso encima. Ángel apoyó uno de sus codos al lado de mi cabeza, lo que le permitía besarme con más profundidad y acoplarse mejor a mi cuerpo, haciendo que su miembro, algo erecto, rozase mi sexo.
No podía evitar moverme para provocar esos roces que estaban desembocando en una excitación palpable por parte de los dos. Él también comenzó a moverse y de mi boca salió un sonoro jadeo que toda la finca debía haber escuchado.
Patricia: Creo que esto sería mucho mejor sin ropa… - murmuré entre gemidos.
Ángel: Y si nos vamos a la cama ya sería la hostia puta – gruñó.
Me cogió por la cintura y me hizo levantarme; enredé mis piernas alrededor de su cuerpo y, sin dejar de besarnos, echó a andar hacia su cuarto mientras sostenía mi peso con sus manos en mis muslos. Su habitación seguía a oscuras cuando ambos caímos sobre la cama, pero apenas importaba ya que nuestras manos nos hacían las veces de ojos.
Los labios de Ángel seguían paseando por mi cuello y mi mandíbula, peleándose en contadas ocasiones con los míos. Una de esas veces que estaba besándome, aproveché para morder su labio inferior, pasando después la punta de mi lengua. Aunque no le viese, intuía que había dejado su boca entreabierta, dispuesto a que fuese yo quien profundizase el beso esta vez y yo, como era de suponer, no tuve ningún reparo en satisfacerle.
Su mano comenzó a colarse por el pantalón del pijama que llevaba puesto, bajándolo, desnudándome como sólo él sabía hacerlo, logrando calentarme hasta puntos insospechados sólo con el roce de sus manos por mis muslos, descendiendo cada vez un poquito más. Ansiaba sentirle dentro de mí, odiaba el ritmo tan lento al que me estaba sometiendo, pero a la vez amaba lo tierno y paciente que llegaba a ser, porque era evidente que hacía tiempo que ya estaría fumándose el cigarrito de después si no fuese porque quería hacerme disfrutar cada segundo.
Enderezándose un poco, consiguió quitarme pantalones y ropa interior, todo de una estirada, quitándose todo seguido su ropa también. Cuando volví a poner mis manos en su pecho, ya estaba desnudo y le empujé hacia un lado para ponerme yo encima, pero antes incluso de acomodarme a su cuerpo, me volcó en un movimiento rápido y se hizo sitio entre mis piernas, que abracé contra su cuerpo notando cómo iba entrando lentamente en mí, esperándose unos segundos para que me acostumbrase antes de comenzar a moverse.
Enredó una mano en mi pelo, que caía suelto y despeinado sobre la almohada, y me besó de nuevo mientras comenzaba a entrar y salir. Su otra mano se paseó por mi cuello, descendiendo hasta mi pecho, dónde paró algo desconcertado.
Ángel: ¿Por qué todavía llevas la camiseta puesta? – gruñó.
Patricia: Porque no me la he quitado – contesté, conteniendo un gemido a duras penas.
Sabía que estaba sonriendo ante la evidencia de mi respuesta, o quizá ante el hecho de que tratase de dominar mis jadeos para que fuesen lo menos ruidosos posibles.
Ángel: Grita, Patricia… Grita cuanto quieras porque yo también voy a hacerlo…
Se me puso la piel de gallina al escucharle. Su voz, pidiéndome que no me cortase, combinada con el ritmo de las embestidas era lo más sugerente y sensual que nunca había experimentado antes.
Rodeé su cuerpo con mis piernas, abrazándole contra mí, sintiendo cómo su virilidad se adentraba con más fuerza en mi cuerpo. Escondí mi rostro en su hombro, besándolo y mordiéndole de manera pasional, escuchando cómo un gemido se escapaba justo al lado de mi oído. La mano que aún permanecía en mi cabello me estiró suavemente hasta apoyarse de nuevo en la almohada, mientras sus labios se centraban en mi rostro, dándome pequeños besos por las mejillas, la nariz, los párpados cerrados, la boca… Fue descendiendo lentamente hasta llegar a morder mi barbilla y yo no pude evitar aferrarme a su espalda, clavando mis uñas allí y arañando suavemente hacia sus hombros.
Minutos después y haciendo caso omiso a la vergüenza que sentía antes, empecé a gemir al notar que iba llegando el momento. Mi espalda se arqueaba involuntariamente, pegándome al cuerpo de Ángel y mis rodillas dobladas permanecían tensas mientras con una mano me aferraba a su hombro y con la otra estiraba de su pelo impidiendo que siguiese lamiendo mi cuello. Él se quejó con un gemido ahogado al notar el estirón, echando su cuello hacia atrás y aumentando el ritmo de las embestidas, convirtiéndolo en algo carnal, un juego excitante que ya estaba llegando a su fin.
Los gemidos de ambos parecían nuestra única forma de comunicarnos oralmente en esos momentos; él cogió mis brazos por los codos y los apoyó a ambos lados de mi cara, aferrando mis manos, completamente tumbado encima de mí mientras susurraba palabras que mi cerebro no era capaz de asimilar debido al ruido interior que el placer me provocaba.
De la misma manera en que todo había empezado hicimos que acabase, conteniendo la respiración al llegar a lo más alto, entrelazando nuestros dedos y apretando con fuerza, haciendo, justo después, que nuestra satisfacción se hiciese presente en forma de respiraciones agitadas, el sube y baja de nuestros pechos y nuestros corazones unidos latiendo al unísono.
La cabeza de Ángel reposaba junto a la mía, tratando de recuperar el aliento. Puse mi mano en su espalda y le acaricié, disfrutando de la suavidad de su piel, disfrutando de tenerle aún sobre mi cuerpo. Él ronroneó haciéndome saber que le gustaba lo que estaba haciendo y yo sonreí, alargando el paso de mis dedos.
Giró su rostro y me besó en la mejilla, pasando una mano por mi pelo y dejándola allí. Yo también me giré hacia él y le correspondí al beso, pero haciéndolo en los labios, mientras notaba cómo sonreía ante el simple contacto.
Ángel: Te estoy chafando, perdona.
Hizo el amago de quitarse de encima, pero le abracé por la cintura para impedírselo.
Ángel: Te voy a dejar las tetas planas si no me hago a un lado, ya te lo advierto…
Patricia: ¡Venga ya! Si hasta estabas ronroneando mientras te hacía cosquillas… - puse morritos aunque él no podía verlos debido a lo oscuro del cuarto, que sólo nos permitía intuir algunas sombras.
Ángel: Porque me gusta sentir tu mano por mi espalda… Me hace recordar que esto no es un sueño…
Patricia: Como esto sea un sueño, ahorcaré al Duende de los polvos mágicos… - gruñí enfadada.
Ángel: Oye, vale que sea bajito y muy bueno en la cama, pero ¿hace falta que me llames “duende” para confesármelo?
Patricia: ¿Qué dices, chulo creído? Hablo de la leyenda esa… - por su silencio supe que no sabía de qué le hablaba – Cuando era pequeña yo dormía como un tronco y mi madre siempre me decía que un duende me tiraba una especie de polvos mágicos que guardaba en una cajita de madera para que me durmiese sin despertarme ni una sola vez…
Ángel: Patricia… tu madre te drogaba porque le dabas el coñazo por las noches…
Reí y le di un golpe en el brazo.
Patricia: ¿Sabes? – gruñó para que siguiera – Al final iba a tener razón Quintero con eso de que cuando haces reír a una mujer la tienes más cerca de la cama…
Él se movió un poquito.
Ángel: Si me dices que sólo te gusta de mí mi perfecto humor… me sentiré tremendamente ofendido…
Patricia: No… De ti me gusta todo, corazón – reí.
Ángel: Eso espero, porque yo adoro hasta cuando no paras de moverte en la silla porque te estás meando…
Sonreí sin poder evitarlo.
Patricia: ¿Y qué más te gusta de mí?
Se apartó un poco, quedando únicamente una de sus piernas sobre las mías y se puso de lado para estar cerca de mí. Noté su aliento sobre mi mejilla cuando empezó a hablar.
Ángel: Me gustas tú… me gusta el sonido de tu risa cuando soy yo quien la provoca y me gusta que te tapes la boca intentando contenerte para no hacer que me pierda… Me gusta que algunas mañanas vengas corriendo a la Sala de Guionistas y me cuentes tus cosas, como por ejemplo que la máquina de café que está al lado del plató de Aída te ha devuelto de más… Me gusta mirarte y saber qué piensas al instante y me gusta cuando te haces un lío con el guión y tengo que ayudarte a salir de él… Adoro la manera tan exagerada que tienes de gesticular cuando me quieres decir algo y no te sale… y también los botecitos que das al bailar y el poco ridículo que sientes desafinando…
Ángel: Me gusta lo decidida que eres y que me contagies a mí tu seguridad. Me gustas seria, pero me gustas más cuando haces el payaso para que me ría. Me encanta que te pongas a dibujar entre vídeos cositas en tu guión, porque sé que lo haces para que yo te pase las hojas… Me excita tu manera de contonearte cuando sabes que te miro y me vuelve loco que trates de provocarme con tus juegos porque sabes que no soy capaz de contenerme a caer en ellos… Adoro tu sonrisa, sobretodo cuando me la dedicas sólo a mí, porque te siento mía… y eso me gusta, Patricia…
Se paró un instante y yo tragué saliva.
Patricia: ¿Y qué más? – susurré.
Ángel: Me gusta la textura de tu piel – pasó su mano por mi vientre – Y sentir que te estremeces cuando te toco… El sabor de tus labios y la manera en que brillan tus ojos cuando te beso… Me encanta que empieces de manera tímida y acabes completamente desbordada, porque eso me da pie a ser tierno y pasional en una misma noche…
Acallé sus palabras con el beso que estaba deseando darle desde hacía ya tiempo. Le hice rodar hasta quedar yo encima, rozando mi sexo con el suyo y notando cómo empezaba a despertarse de nuevo mientras sus manos acariciaban mi espalda arqueada.
El timbre de la puerta sonó justo en la parte más interesante de la noche, haciendo que ambos diésemos un respingo.
Ángel: Me cago en la puta…
Patricia: Será la comida…
Se me había olvidado por completo que estábamos esperando al repartidor. Me quité de encima y él se levantó, buscando a tientas sus pantalones. Salió de la habitación y yo le seguí completamente desnuda mientras él respondía malhumoradamente al telefonillo. Se giró y me vio sentada en el sofá, con las piernas cruzadas una encima de otra.
Ángel: ¿Qué haces? Te va a ver el repartidor, tarada…
Patricia: ¿Eso te supone un problema? – dije para chinchar.
Ángel: Sí, me supone un problema muy gordo – gruñó.
Patricia: ¿Y no te supone un problema bastante más gordo que sea tu soldadito el que vaya a estrecharle la mano? – señalé su pantalón, que tenía un bulto de lo más sugerente.
Él se sonrojó mientras yo me reía.
Ángel: ¡¡Que te vayas a mi cuarto!!
Patricia: ¡¡Que no, que no hay luz!!
Ángel: ¡¡Pues le das al interruptor!!
Patricia: ¡¡No sé dónde está!!
Ángel: ¡¡Patricia!! – gritó.
Patricia: ¿¡Qué!? – contesté en el mismo tono.
Me miró sonrojado.
Ángel: ¿Se me nota mucho? – se señaló al paquete.
Patricia: No, qué va… - ironicé mientras me mordía un dedo.
Ángel: Joder, es que no baja… - murmuró empujándola.
Patricia: Es lo que tiene tener una chorra potente – contesté de manera natural.
Me miró entrecerrando los ojos y me señaló con un dedo, amenazándome.
Ángel: Si no me muevo no se nota, ¿no?
Patricia: Mira, Ángel, te lo voy a decir sutilmente: se te nota tanto que si yo fuese el repartidor, dejaría la comida sobre el perchero que llevas entre las patas…
Ángel: Joder, qué sutileza…
Llamaron al timbre de arriba y yo sonreí picaronamente.
KeLa_13- Mensajes : 343
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
Capitulazo!! y el final sublime!!!!!!! me estoy descojonanto aún... ay la madre que te pario que artista eres odia
El Guaje- Mensajes : 129
Fecha de inscripción : 13/01/2010
Re: Lo que vi mientras soñaba
Llorando de la risa me tienes por este final de capítulo, menudo puntazo!
Ahora... quien abrirá? Ángel con amiguito despierto? O Patricia sin nada de ropa? jajajajaja Pobre repartidor que culpa va a tener él de encontrarse con esa escena jajaja
Ahora... quien abrirá? Ángel con amiguito despierto? O Patricia sin nada de ropa? jajajajaja Pobre repartidor que culpa va a tener él de encontrarse con esa escena jajaja
Albeta- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Edad : 34
Re: Lo que vi mientras soñaba
TE AMO
Sabes que me flipó este capítulo la primera vez que lo leí y esta aún más... no me voy a extender mucho comentando porque no tengo palabras... me ha gustado TODO, completamente... desde la dulzura, la pasión y el humor que has usado, hasta la forma en la que lo has descrito... TODO completamente... y te quiero por eso, pero más aún por ese maravilloso jueves que me dieron entre todas... ¡REPETIREMOS!
Sabes que me flipó este capítulo la primera vez que lo leí y esta aún más... no me voy a extender mucho comentando porque no tengo palabras... me ha gustado TODO, completamente... desde la dulzura, la pasión y el humor que has usado, hasta la forma en la que lo has descrito... TODO completamente... y te quiero por eso, pero más aún por ese maravilloso jueves que me dieron entre todas... ¡REPETIREMOS!
p.a.t.r.ii- Mensajes : 440
Fecha de inscripción : 01/10/2009
Re: Lo que vi mientras soñaba
Ohhhh, yo ya esto no lo había leído y como no, tengo que decirte que me encanta... eres una crack, Kela de todos los santos!! el final me ha dejado muerta, es que.. es que.... luego dices de mis puntazos, maldita!!! sigue, que estaré esperando con ansias y emoción
cLau-90- Mensajes : 625
Fecha de inscripción : 08/12/2009
Localización : -
Re: Lo que vi mientras soñaba
que bueno el final sobre el perchero jajaja.
Me encanta este ff.Siguelo esta muy bien
Me encanta este ff.Siguelo esta muy bien
atenea- Mensajes : 212
Fecha de inscripción : 01/02/2010
Edad : 30
Re: Lo que vi mientras soñaba
sublime este capitulo, el mejor momento para mi a sido cuando a llamado el repartidor al timbre de arriba, jajja es mu weno sique asi o mejor jeje
reboltosa05- Mensajes : 59
Fecha de inscripción : 03/02/2010
Edad : 32
Localización : ciudad real
Re: Lo que vi mientras soñaba
Pero bueno... pero esto qué es!!!?!??!?! Gracias por la parte que le toca a mi madre... me parió del tirón... casi casi me salí en el coche, así que... como las gitanaaaas!!! Salí con el carné de conducir en la mano y diciendo: "Déjalo, paaaaaapaaa, que ya llevo yo a la maaama al hospitaaal!! Tú vete p'atrás y vigila los malacatonees".
Kela de todos los santos???? Otra que aspira cosas raras...
REPETIREMOS SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ
Bueno, todo esto lo podéis ignorad, de verdad... quedaos con que me alegro de que os haya gustado y que voy a colgar otro porque... me apetece supongo... Dios mío, estoy enferma, verdad?
Acabo de ver lo largo que es el capi y sí... ESTOY ENFERMA. Lo siento... si queréis que vuestra salud mental no mengüe.. por Dios, no leais este MACROcapítulo...
Capítulo 12
Llamaron al timbre de arriba y yo sonreí picaronamente. Él me hizo un gesto con la mano para que me fuese, ya que la visibilidad del ángulo de la puerta permitía perfectamente que se admirase mi cuerpo desnudo.
Patricia: Me tapo con una mantita – susurré.
El repartidor volvió a insistir y Ángel, exasperado, se marchó corriendo hasta un armario empotrado que quedaba cerca de la puerta, sacando una manta enorme y echándomela por la cabeza. Me destapé hasta la altura del cuello y le miré.
Ángel: Te juro que si se te ve un solo centímetro de piel me cabrearé tanto que tendrán que venir los Geos a salvarte…
Patricia: ¿Los Geox? ¿Los zapatos que respiran? – dije sacando una mano y tratando de tocarle el culo.
De nuevo el timbre sonó.
Ángel: ¡Ya va! – se acercó a la puerta y abrió, escondiendo su cuerpo tras la puerta y mostrando únicamente su rostro - ¿Qué tal?
Repartidor: ¿Ángel Martín?
Ángel: Sí, soy yo.
Repartidor: ¿Cocochas y vino? – volvió a asentir – El jefe me ha pedido que te diga que esto vale por dos semanas de promoción.
Ángel: Dile al jefe que más le vale que las cocochas estén bien desaladas… - gruñó.
Patricia: ¡Buenas noches!
Saludé efusivamente provocando que el repartidor me mirase y que Ángel se diese la vuelta para hacerlo él también, preocupado por si había cometido alguna locura, como si me viese capaz de destaparme y andar desnuda delante de aquel chico. Cómo me conocía…
Patricia: Ángel, cariño… Dale una propina al chico, ¿no? Por venir hasta aquí lloviendo… - dije con toda la mala intención del mundo.
Ángel: No llevo la cartera encima…
Patricia: Ah, tranquilo, ya voy yo a por ella – comencé a destaparme.
Ángel: Patricia, por favor… - murmuró como pidiendo clemencia.
Patricia: ¿Qué, mi amor? – puse mi mejor cara de ingenuidad – Vamos, esconde un ratito el catalán que eres y dale una propinita al muchacho…
Apretó la mandíbula y me miró dando a entender que se estaba empezando a cabrear, pero me dio igual, quería seguir retándole y hacerle pasar un apuro.
Patricia: ¿Voy a tener que levantarme yo?
Comencé a enderezarme mientras la manta resbalaba por mi cuerpo hasta casi mostrar mis senos. La cara de Ángel fue de puro pánico mientras que la del repartidor comenzaba a sonrojarse.
Ángel: ¡No, no! ¡Ya voy yo!
Se movió en dos rápidas zancadas hasta la chaqueta y en otro movimiento igual de veloz, me enrollé la manta alrededor de mi cuerpo para que no se me viese nada y me puse al lado de la puerta, abriéndola del todo para que Ángel no pudiese esconderse detrás. Él me miró, cartera en mano, con profundo odio y no pude evitar reír entre dientes al comprobar que su… cosa… seguía igual de despierta que cuando llamaron al timbre. Mi chico era de erecciones Duracel… y duran y duran y duran… y también dura y dura y dura…
El repartidor siguió el recorrido de mi mirada y, por supuesto, dio con aquello que buscaba. Puso cara de querer salir corriendo y estoy segura de que aguantó el tipo sólo por la propina que le había prometido.
Repartidor: Las… cocochas van solas, sólo el bacalao, nada más… Ni verdura, ni pepino… Nii, nii… guarnición, quería decir… Hay también una… macedonia.. con… fresa, pera, kiwi, plátano… – su mirada se desvió durante un segundo y Ángel, notándolo, se apresuró en darle la propina.
Me ofreció las bolsas tratando de no fijarse en Ángel y yo, aprovechando ese gesto, solté la manta que me tapaba y que resbaló hasta el suelo para coger las bolsas. Ángel cerró la puerta rápidamente en sus narices y volvía a taparme con la manta, como si el chico aún pudiese verme.
Riéndome, me senté en el sofá y él lo hizo a mi lado, abriendo la bolsa y sacando una cacerola de madera envuelta en plástico.
Patricia: ¿Te has enfadado? – no obtuve respuesta – Venga, Ángeeeeel, ¿te has enfadado de verdad? Pero si ha sido muy divertido… ¿Has visto su cara cuando decía lo del plátano? ¿Y lo del pepino?
Le vi sonreír.
Patricia: ¿Ves? ¡A ti también te ha hecho gracia! – empecé a hacerle cosquillas por segunda vez aquella noche, provocándole unas sonoras carcajadas que no se esforzaba en reprimir. Cuando el ambiente dejó de ser tenso, le dejé y él se levantó del sofá y me dejó olfateando la comida… La verdad es que las cocochas tenían buena pinta pero no sabía si me iban a gustar.
Escuché la risa de Ángel y me giré a mirarle. Llevaba unos pantalones y camiseta del pijama para mí colgados de un brazo, y en la otra mano sostenía dos copas de cristal.
Ángel: Mi amigo habrá sabido que estoy con una mujer…
Patricia: ¿Por qué?
Ángel: Por el vino – señaló la botella y yo la cogí.
Orvieto, ponía en la etiqueta. No tenía ni idea de qué significaba eso pero bueno, a vino salía.
Patricia: Sigo sin entender… - murmuré mientras se sentaba a mi lado y me daba la ropa.
Ángel: El Orvieto es uno de los cinco mejores vinos de Italia. Y este – cogió la botella – es ligeramente dulce… No áspero, como lo pido yo siempre.
Patricia: Descorcha la botella y vamos a beber – sonreí.
Se quedó mirándome serio, haciendo que mi sonrisa se ensanchase aunque tratase de evitarlo. Me encantaba cuando me miraba así, con los ojitos brillantes y cara de incredulidad, con los labios levemente entreabiertos, dibujando una imperceptible sonrisa. Era en esos momentos cuando me encantaría poder leerle la mente, saber qué le rondaba la cabeza cuando clavaba sus ojos en mí de esa manera. Yo no podía aguantar más de diez segundos esa mirada sin sonreír como una pobre imbécil.
Patricia: ¿Qué?
Él sonrío.
Ángel: Nada, que no hace falta que me emborraches para que me acueste contigo…
Patricia: Ah, no, a la que le hace falta es a mí… - contesté quitándole la botella de las manos - ¿Traes un sacacorchos?
Él parpadeó un par de veces y se levantó bufando del sofá. Trajo un par de tenedores y cuchillos y también el sacacorchos que le había pedido. Estiré la mano para que me lo diese, pero alzó una ceja, desafiante, como si dudase de que pudiese abrir la botella.
Patricia: ¿Me lo das o qué?
Ángel: Trae, anda, que ya lo abro yo – intentó coger el vino pero lo aparté.
Patricia: Yo puedo – contesté secamente.
Ángel: No te pongas en plan niña de dos años que quiere atarse los cordones sola…
Patricia: He abierto mil botellas, enano de los cojones, así que puedo abrir perfectamente una más... No hagas de esto algo personal o te la partiré en la cabeza, y esta sí que hace heridas…
Ángel: Patricia, se necesita fuerza y gracia y es algo que a ti no te sobra, precisamente.
Patricia: Mira quién fue a hablar… ¿Gracia tú? Pero si eres un torpe, chaval – le vacilé.
Ángel: ¿Torpe? ¿Torpe? Mira, sabes lo que te digo, que abras tú la puta botella, tarada.
Me alcanzó el sacacorchos y yo sonreí cuando lo tuve en las manos. Traté de clavarlo en la boquilla, pero Ángel me chistó.
Ángel: Mal, ya vas mal… - murmuró negando con la cabeza.
Patricia: Ay, que te calles enano, que me estás poniendo nerviosa – grité intentando clavarlo dándole golpecitos.
Ángel: Pero que no se hace así, joder, que tienes que quitar antes la cápsula, ¿o es que no te das cuenta de que no hinca?
Me sonrojé y saqué morritos.
Patricia: ¡Ay, coño! ¡Qué quieres! ¡Yo soy más de sangría!
Cogí un cuchillo empecé a cortar alrededor de la boca de botella. Luego, quité la cápsula y empecé a intentar clavar el sacacorchos.
Ángel: Y otra vez mal… - canturreó.
Le miré con cara de rabia y le estampé la botella en el estómago con mala leche.
Patricia: Venga, va, tío listo, hazlo tú – me crucé de brazos para mirarle.
Él sonrió bravuconamente y empezó a darle vueltas al sacacorchos hasta que no pudo más porque había hecho tope. Apoyó la botella en la mesa e hizo presión para que no se moviera, mientras sacaba el tapón con elegancia y se oía un frustrante FLOP que me había dejado realmente en ridículo.
Quitó el corcho y me lo dio diciendo:
Ángel: ¿Lo quieres de recuerdo? ¿Te lo firmo? Puedo ponerte: “Para Patricia, la chica que no descorcha ni con instrumental”.
Patricia: O también puedes ponerle: “Para Patricia, para que lo use cuando necesite cerrar mi bocaza de mamón”.
Ángel: No te enfades, boba – se acercó para besarme y le metí el tapón en la boca.
Patricia: Uy, mira, me va a venir genial… ¿Probamos las gocuchas?
Escupió el tapón de mala uva y me miró.
Ángel: Son cocochas, Patricia. Cocochas.
Patricia: ¿Y yo qué he dicho? ¡Gabachas!
Ángel: Gabachas no. Cocochas. No es tan difícil, mírame, mírame, ¿vale? – me cogió por los hombros y me giró hacia él – Co-co-chas – dijo sílaba por sílaba.
Patricia: ¿Sabes que pones unos morritos muy graciosos cuando dices “co”?
Ángel: ¿Sí? – sonrió mirándome los labios.
Patricia: Tanto que me muero por besarte otra vez – contesté sin tapujos.
Él seguía mirándome los labios, sin querer admitir que también sentía el irrefrenable deseo de besarme.
Ángel: ¿Y por qué no lo haces?
Patricia: Porque tengo hambre y quiero comer.
Me giré hacia la mesa, dejándole con un palmo de narices, pero la idea no debió parecerle del todo buena, ya que, como yo esperaba, sus manos rodearon mi cintura, atrayéndome por el vientre y haciendo que quedase de nuevo de frente a él. Me besó larga y tiernamente, pero en ese beso sentía un poco de desesperación y crispación ante el hecho de que nos hubiesen fastidiado los planes de repetir en la cama hacía un rato.
Después de unos minutos me separé de él poniendo mi mano en su pecho, mirándole a los ojos, que brillaban con fuerza, probablemente igual que los míos.
Patricia: Oye, que yo te quiero mucho y esas cosas… pero no más que a un plato de conchas…
Ángel: Llámalo pescado, ¿quieres? Porque no atinas con el nombre ni estudiándotelo… - rió.
Cogí un tenedor y pinché un trocito, llevándomelo a la boca y saboreándolo. Me gustaba, estaba tierno y algo salado, aunque no exageradamente teniendo en cuenta que era bacalao.
Ángel: ¿Te gusta?
Patricia: Es un bocado delicioso, la verdad.
Sirvió dos dedos de vino en una copa y me la ofreció.
Ángel: Bebe un trago, ya verás qué orgasmo te entra.
Le miré con las cejas alzadas por su expresión, muy poco propia de él, pero le hice caso y le di un sorbo al vino. Su sabor dulce contrastaba con lo salado del bacalao y, lejos de parecer asqueroso, lo hacía volverse exquisito, impresionante.
Patricia: Mmmm, increíble… Está muy dulce, no es para nada peleón – me miró sonriendo - ¿Tú no comes?
Negó con la cabeza y cogió la otra copa para servirse un poco de Orvieto. Pinché una cococha y le puse el tenedor bajo los labios, cogiendo su mentón para que no se escapase. Ángel abrió la boca sin tratar de resistirse y le metí el tenedor.
Ángel: Umm, si me lo vas a dar tú sí que quiero… - murmuró masticando.
Patricia: ¿Cómo puedes tener tanto morro? – me reí mientras le pegaba un golpe en el brazo.
Ángel: No tengo morro, me dejo querer…
Entre risas y tragos de vino, nos acabamos las cocochas. Me sentía completamente hinchada por haber comido tanto y quizá un poco alegre porque, al ser tan dulce el vino, entraba casi sin pensar, como quien bebía un refresco.
Me estiré en el sofá y puse mis pies encima de las rodillas de Ángel. Él comenzó a masajearlos, estirando los deditos y girando suavemente mis tobillos. Me encantaban sus manos, adoraba sentir sus dedos sobre mi cuerpo, tocándome de esa manera tan dulce, tan delicada. Cerré los ojos, acomodándome en el sofá y dejé que siguiese con el masaje. Notaba sus manos trepando por mis piernas, colándose por dentro del pantalón y provocándome una sutil sonrisa ante el tacto. Apretaba mis gemelos con cuidado, más por excitarme que por continuar con el masaje, y lo estaba consiguiendo. Noté sus dedos sobre las rodillas, sin ejercer presión para no hacerme daño, pero dejando constancia de que ya había llegado hasta ahí y podía seguir subiendo.
Patricia: Me estás poniendo un poquito nerviosa… - susurré al sentir que rozaba mis muslos.
Ángel: ¿Por qué? ¿Te gusta que te toquen las piernas? – me dijo sensualmente, haciendo que me estremeciese.
Patricia: No, me gusta que lo hagas tú – sentí que sonreía.
Ángel: ¿Por qué, lo hago bien?
Me tocaba ahora con la palma de las manos, echando sus dedos hacia arriba para evitar tocarme con las yemas, apretando mis muslos, desquiciándome. Gemí quedamente al notar que me bajaba el pantalón y se estiraba encima de mí, acariciándome todavía.
Ángel: Dime que nadie te ha tocado nunca como lo hago yo – murmuró en mi oído.
Patricia: Nadie, Ángel. Nadie me enciende como tú.
Apoyó sus brazos a ambos lados de mi cabeza, separando su pecho de mi cuerpo para no incomodarme con su peso, mirándonos a los ojos, él tratando de averiguar si mis palabras eran ciertas o eran producto del calentón que ambos llevábamos encima, pero mi voz no temblaba al afirmarlo: Ángel me resultaba condenadamente atractivo y versátil, capaz de pasar del sentimiento más dulce al más pasional en menos de un segundo, alterándome, excitándome, seduciéndome con su voz…
A esas alturas ya no albergaba dudas: estaba enamorada de Ángel y me había tocado el gordo, porque él sentía lo mismo por mí.
Nos deshicimos de la ropa frenéticamente, como si no tuviésemos todo el tiempo del mundo para dedicarnos tiempo en preliminares, como si pudiesen interrumpirnos otra vez.
Mi manos recorrían su cuerpo, desde la estrecha cintura que tenía hasta su espalda, notando cómo esta se ensanchaba al llegar a los pectorales; palpé sus hombros fuertes, musculosos, aferrándome a ellos a la vez que trataba de acercarle a mí. Él hacía fuerza hacia arriba, impidiendo que su pecho me aplastase contra el sofá.
Me enderecé lentamente buscando sus labios, Ángel sujetó mi espalda con sus manos y nos hizo rodar, haciendo que quedase encima de él. Con la espalda arqueada para no romper el beso, empecé a moverme sobre su miembro. Me hacía cosquillas en la espalda con la yema de sus dedos, provocando que soltase alguna que otra carcajada contra su boca, contagiándole a él también.
Despegó su espalda del sofá quedando sentado conmigo encima; puso una mano en mi nuca, besándome con profundidad mientras yo pasaba mis brazos por sus hombros, entrelazándolos a su espalda.
Empecé un ritmo calmado, ya me había acostumbrado a las pausas profundas de Ángel, a sus manos resbalando por mi espina dorsal haciéndome cosquillas, a entender sus gestos cuando llegaba al orgasmo: sus labios estirados, el sube y baja frenético de su pecho, sus manos aferrándose a mi cintura guiando el vaivén de mis caderas, su rostro escondido entre mis pechos, gimiendo al sentirse en lo más alto, ahogando su satisfacción en mi cuerpo para luego besarme en la clavícula al recuperar de nuevo el aliento.
Acabamos la noche en su cama, repitiendo hasta la saciedad, innovando, discutiendo por ver quién se colocaba arriba sin querer cedernos el puesto de privilegio para llevar la voz cantante, riéndonos cada dos por tres sin pretenderlo… Y al final…
Al final su cara apoyada en mi pecho, abrazando mi cintura mientras una fina sábana nos cubría. Apenas sentíamos el frío ya que la calefacción estaba a tope en casa de Ángel. Metí mis manos dentro de la sábana y las apoyé en su espalda, provocándole un escalofrío.
Ángel: Qué fría tienes las manos, jodía…
Patricia: Perdona, ¿quieres que las quite?
Ángel: No, quiero que me rasques la espalda.
Le obedecí, pasando mis uñas suavemente por su omóplato izquierdo, mientras él subía los hombros por las cosquillas y se reía.
Ángel: Ahí no, un poquito más a la derecha… Más, más… Un pelín más fuerte… Uaaaah… Ahí… Justo ahí, Patricia…
Patricia: Oye, gimes más cuando te rasco… ¿tienes algo que contarme? – bromeé.
Ángel: Sí, que te quiero – río.
Sonreí tontamente al escucharle mientras acariciaba su cabeza.
Patricia: No sabes lo que me alegro, porque yo a ti también – confesé.
Ángel: ¿Tú también qué? – levantó la cabeza como si pudiese verme en medio de tanta oscuridad.
Patricia: Que yo también te quiero, Ángel – dije sin dejar de revolver su pelo.
Ángel: Pero yo… - titubeó – Yo te quiero de amarte, no de “ay, cómo te quiero, amiga”… ¿entiendes?
Sonreí al ver que trataba de sacarme una confesión creyendo que, para ello, también era necesario que él lo admitiese, como para darme seguridad.
Patricia: Sí, entiendo – sonreí.
Supe que se había quedado serio, probablemente con una ceja alzada ante mi respuesta mientras volvió a acomodarse en mi pecho, refunfuñando:
Ángel: Me parece perfecto explicarme así de bien…
Aguanté la risa y le obligué a volver a mirarme.
Patricia: Te amo, tontito. Que te pones de un bobo cuando las cosas no te salen bien…
Ángel: Idiota…
Se incorporó un poco y me besó cortamente para justo después acomodarse en mi cuerpo mientras decía con voz feliz:
Ángel: Y bueno, chicaquemeama… Deja dormir ahora al chicoqueteama, que mañana madrugamos, ¿recuerdas?
Patricia: Buenas noches, cariño.
Ángel: Buenas noches, mi amor – dijo pronunciando exageradamente la “R”.
Kela de todos los santos???? Otra que aspira cosas raras...
REPETIREMOS SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ
Bueno, todo esto lo podéis ignorad, de verdad... quedaos con que me alegro de que os haya gustado y que voy a colgar otro porque... me apetece supongo... Dios mío, estoy enferma, verdad?
Acabo de ver lo largo que es el capi y sí... ESTOY ENFERMA. Lo siento... si queréis que vuestra salud mental no mengüe.. por Dios, no leais este MACROcapítulo...
Capítulo 12
Llamaron al timbre de arriba y yo sonreí picaronamente. Él me hizo un gesto con la mano para que me fuese, ya que la visibilidad del ángulo de la puerta permitía perfectamente que se admirase mi cuerpo desnudo.
Patricia: Me tapo con una mantita – susurré.
El repartidor volvió a insistir y Ángel, exasperado, se marchó corriendo hasta un armario empotrado que quedaba cerca de la puerta, sacando una manta enorme y echándomela por la cabeza. Me destapé hasta la altura del cuello y le miré.
Ángel: Te juro que si se te ve un solo centímetro de piel me cabrearé tanto que tendrán que venir los Geos a salvarte…
Patricia: ¿Los Geox? ¿Los zapatos que respiran? – dije sacando una mano y tratando de tocarle el culo.
De nuevo el timbre sonó.
Ángel: ¡Ya va! – se acercó a la puerta y abrió, escondiendo su cuerpo tras la puerta y mostrando únicamente su rostro - ¿Qué tal?
Repartidor: ¿Ángel Martín?
Ángel: Sí, soy yo.
Repartidor: ¿Cocochas y vino? – volvió a asentir – El jefe me ha pedido que te diga que esto vale por dos semanas de promoción.
Ángel: Dile al jefe que más le vale que las cocochas estén bien desaladas… - gruñó.
Patricia: ¡Buenas noches!
Saludé efusivamente provocando que el repartidor me mirase y que Ángel se diese la vuelta para hacerlo él también, preocupado por si había cometido alguna locura, como si me viese capaz de destaparme y andar desnuda delante de aquel chico. Cómo me conocía…
Patricia: Ángel, cariño… Dale una propina al chico, ¿no? Por venir hasta aquí lloviendo… - dije con toda la mala intención del mundo.
Ángel: No llevo la cartera encima…
Patricia: Ah, tranquilo, ya voy yo a por ella – comencé a destaparme.
Ángel: Patricia, por favor… - murmuró como pidiendo clemencia.
Patricia: ¿Qué, mi amor? – puse mi mejor cara de ingenuidad – Vamos, esconde un ratito el catalán que eres y dale una propinita al muchacho…
Apretó la mandíbula y me miró dando a entender que se estaba empezando a cabrear, pero me dio igual, quería seguir retándole y hacerle pasar un apuro.
Patricia: ¿Voy a tener que levantarme yo?
Comencé a enderezarme mientras la manta resbalaba por mi cuerpo hasta casi mostrar mis senos. La cara de Ángel fue de puro pánico mientras que la del repartidor comenzaba a sonrojarse.
Ángel: ¡No, no! ¡Ya voy yo!
Se movió en dos rápidas zancadas hasta la chaqueta y en otro movimiento igual de veloz, me enrollé la manta alrededor de mi cuerpo para que no se me viese nada y me puse al lado de la puerta, abriéndola del todo para que Ángel no pudiese esconderse detrás. Él me miró, cartera en mano, con profundo odio y no pude evitar reír entre dientes al comprobar que su… cosa… seguía igual de despierta que cuando llamaron al timbre. Mi chico era de erecciones Duracel… y duran y duran y duran… y también dura y dura y dura…
El repartidor siguió el recorrido de mi mirada y, por supuesto, dio con aquello que buscaba. Puso cara de querer salir corriendo y estoy segura de que aguantó el tipo sólo por la propina que le había prometido.
Repartidor: Las… cocochas van solas, sólo el bacalao, nada más… Ni verdura, ni pepino… Nii, nii… guarnición, quería decir… Hay también una… macedonia.. con… fresa, pera, kiwi, plátano… – su mirada se desvió durante un segundo y Ángel, notándolo, se apresuró en darle la propina.
Me ofreció las bolsas tratando de no fijarse en Ángel y yo, aprovechando ese gesto, solté la manta que me tapaba y que resbaló hasta el suelo para coger las bolsas. Ángel cerró la puerta rápidamente en sus narices y volvía a taparme con la manta, como si el chico aún pudiese verme.
Riéndome, me senté en el sofá y él lo hizo a mi lado, abriendo la bolsa y sacando una cacerola de madera envuelta en plástico.
Patricia: ¿Te has enfadado? – no obtuve respuesta – Venga, Ángeeeeel, ¿te has enfadado de verdad? Pero si ha sido muy divertido… ¿Has visto su cara cuando decía lo del plátano? ¿Y lo del pepino?
Le vi sonreír.
Patricia: ¿Ves? ¡A ti también te ha hecho gracia! – empecé a hacerle cosquillas por segunda vez aquella noche, provocándole unas sonoras carcajadas que no se esforzaba en reprimir. Cuando el ambiente dejó de ser tenso, le dejé y él se levantó del sofá y me dejó olfateando la comida… La verdad es que las cocochas tenían buena pinta pero no sabía si me iban a gustar.
Escuché la risa de Ángel y me giré a mirarle. Llevaba unos pantalones y camiseta del pijama para mí colgados de un brazo, y en la otra mano sostenía dos copas de cristal.
Ángel: Mi amigo habrá sabido que estoy con una mujer…
Patricia: ¿Por qué?
Ángel: Por el vino – señaló la botella y yo la cogí.
Orvieto, ponía en la etiqueta. No tenía ni idea de qué significaba eso pero bueno, a vino salía.
Patricia: Sigo sin entender… - murmuré mientras se sentaba a mi lado y me daba la ropa.
Ángel: El Orvieto es uno de los cinco mejores vinos de Italia. Y este – cogió la botella – es ligeramente dulce… No áspero, como lo pido yo siempre.
Patricia: Descorcha la botella y vamos a beber – sonreí.
Se quedó mirándome serio, haciendo que mi sonrisa se ensanchase aunque tratase de evitarlo. Me encantaba cuando me miraba así, con los ojitos brillantes y cara de incredulidad, con los labios levemente entreabiertos, dibujando una imperceptible sonrisa. Era en esos momentos cuando me encantaría poder leerle la mente, saber qué le rondaba la cabeza cuando clavaba sus ojos en mí de esa manera. Yo no podía aguantar más de diez segundos esa mirada sin sonreír como una pobre imbécil.
Patricia: ¿Qué?
Él sonrío.
Ángel: Nada, que no hace falta que me emborraches para que me acueste contigo…
Patricia: Ah, no, a la que le hace falta es a mí… - contesté quitándole la botella de las manos - ¿Traes un sacacorchos?
Él parpadeó un par de veces y se levantó bufando del sofá. Trajo un par de tenedores y cuchillos y también el sacacorchos que le había pedido. Estiré la mano para que me lo diese, pero alzó una ceja, desafiante, como si dudase de que pudiese abrir la botella.
Patricia: ¿Me lo das o qué?
Ángel: Trae, anda, que ya lo abro yo – intentó coger el vino pero lo aparté.
Patricia: Yo puedo – contesté secamente.
Ángel: No te pongas en plan niña de dos años que quiere atarse los cordones sola…
Patricia: He abierto mil botellas, enano de los cojones, así que puedo abrir perfectamente una más... No hagas de esto algo personal o te la partiré en la cabeza, y esta sí que hace heridas…
Ángel: Patricia, se necesita fuerza y gracia y es algo que a ti no te sobra, precisamente.
Patricia: Mira quién fue a hablar… ¿Gracia tú? Pero si eres un torpe, chaval – le vacilé.
Ángel: ¿Torpe? ¿Torpe? Mira, sabes lo que te digo, que abras tú la puta botella, tarada.
Me alcanzó el sacacorchos y yo sonreí cuando lo tuve en las manos. Traté de clavarlo en la boquilla, pero Ángel me chistó.
Ángel: Mal, ya vas mal… - murmuró negando con la cabeza.
Patricia: Ay, que te calles enano, que me estás poniendo nerviosa – grité intentando clavarlo dándole golpecitos.
Ángel: Pero que no se hace así, joder, que tienes que quitar antes la cápsula, ¿o es que no te das cuenta de que no hinca?
Me sonrojé y saqué morritos.
Patricia: ¡Ay, coño! ¡Qué quieres! ¡Yo soy más de sangría!
Cogí un cuchillo empecé a cortar alrededor de la boca de botella. Luego, quité la cápsula y empecé a intentar clavar el sacacorchos.
Ángel: Y otra vez mal… - canturreó.
Le miré con cara de rabia y le estampé la botella en el estómago con mala leche.
Patricia: Venga, va, tío listo, hazlo tú – me crucé de brazos para mirarle.
Él sonrió bravuconamente y empezó a darle vueltas al sacacorchos hasta que no pudo más porque había hecho tope. Apoyó la botella en la mesa e hizo presión para que no se moviera, mientras sacaba el tapón con elegancia y se oía un frustrante FLOP que me había dejado realmente en ridículo.
Quitó el corcho y me lo dio diciendo:
Ángel: ¿Lo quieres de recuerdo? ¿Te lo firmo? Puedo ponerte: “Para Patricia, la chica que no descorcha ni con instrumental”.
Patricia: O también puedes ponerle: “Para Patricia, para que lo use cuando necesite cerrar mi bocaza de mamón”.
Ángel: No te enfades, boba – se acercó para besarme y le metí el tapón en la boca.
Patricia: Uy, mira, me va a venir genial… ¿Probamos las gocuchas?
Escupió el tapón de mala uva y me miró.
Ángel: Son cocochas, Patricia. Cocochas.
Patricia: ¿Y yo qué he dicho? ¡Gabachas!
Ángel: Gabachas no. Cocochas. No es tan difícil, mírame, mírame, ¿vale? – me cogió por los hombros y me giró hacia él – Co-co-chas – dijo sílaba por sílaba.
Patricia: ¿Sabes que pones unos morritos muy graciosos cuando dices “co”?
Ángel: ¿Sí? – sonrió mirándome los labios.
Patricia: Tanto que me muero por besarte otra vez – contesté sin tapujos.
Él seguía mirándome los labios, sin querer admitir que también sentía el irrefrenable deseo de besarme.
Ángel: ¿Y por qué no lo haces?
Patricia: Porque tengo hambre y quiero comer.
Me giré hacia la mesa, dejándole con un palmo de narices, pero la idea no debió parecerle del todo buena, ya que, como yo esperaba, sus manos rodearon mi cintura, atrayéndome por el vientre y haciendo que quedase de nuevo de frente a él. Me besó larga y tiernamente, pero en ese beso sentía un poco de desesperación y crispación ante el hecho de que nos hubiesen fastidiado los planes de repetir en la cama hacía un rato.
Después de unos minutos me separé de él poniendo mi mano en su pecho, mirándole a los ojos, que brillaban con fuerza, probablemente igual que los míos.
Patricia: Oye, que yo te quiero mucho y esas cosas… pero no más que a un plato de conchas…
Ángel: Llámalo pescado, ¿quieres? Porque no atinas con el nombre ni estudiándotelo… - rió.
Cogí un tenedor y pinché un trocito, llevándomelo a la boca y saboreándolo. Me gustaba, estaba tierno y algo salado, aunque no exageradamente teniendo en cuenta que era bacalao.
Ángel: ¿Te gusta?
Patricia: Es un bocado delicioso, la verdad.
Sirvió dos dedos de vino en una copa y me la ofreció.
Ángel: Bebe un trago, ya verás qué orgasmo te entra.
Le miré con las cejas alzadas por su expresión, muy poco propia de él, pero le hice caso y le di un sorbo al vino. Su sabor dulce contrastaba con lo salado del bacalao y, lejos de parecer asqueroso, lo hacía volverse exquisito, impresionante.
Patricia: Mmmm, increíble… Está muy dulce, no es para nada peleón – me miró sonriendo - ¿Tú no comes?
Negó con la cabeza y cogió la otra copa para servirse un poco de Orvieto. Pinché una cococha y le puse el tenedor bajo los labios, cogiendo su mentón para que no se escapase. Ángel abrió la boca sin tratar de resistirse y le metí el tenedor.
Ángel: Umm, si me lo vas a dar tú sí que quiero… - murmuró masticando.
Patricia: ¿Cómo puedes tener tanto morro? – me reí mientras le pegaba un golpe en el brazo.
Ángel: No tengo morro, me dejo querer…
Entre risas y tragos de vino, nos acabamos las cocochas. Me sentía completamente hinchada por haber comido tanto y quizá un poco alegre porque, al ser tan dulce el vino, entraba casi sin pensar, como quien bebía un refresco.
Me estiré en el sofá y puse mis pies encima de las rodillas de Ángel. Él comenzó a masajearlos, estirando los deditos y girando suavemente mis tobillos. Me encantaban sus manos, adoraba sentir sus dedos sobre mi cuerpo, tocándome de esa manera tan dulce, tan delicada. Cerré los ojos, acomodándome en el sofá y dejé que siguiese con el masaje. Notaba sus manos trepando por mis piernas, colándose por dentro del pantalón y provocándome una sutil sonrisa ante el tacto. Apretaba mis gemelos con cuidado, más por excitarme que por continuar con el masaje, y lo estaba consiguiendo. Noté sus dedos sobre las rodillas, sin ejercer presión para no hacerme daño, pero dejando constancia de que ya había llegado hasta ahí y podía seguir subiendo.
Patricia: Me estás poniendo un poquito nerviosa… - susurré al sentir que rozaba mis muslos.
Ángel: ¿Por qué? ¿Te gusta que te toquen las piernas? – me dijo sensualmente, haciendo que me estremeciese.
Patricia: No, me gusta que lo hagas tú – sentí que sonreía.
Ángel: ¿Por qué, lo hago bien?
Me tocaba ahora con la palma de las manos, echando sus dedos hacia arriba para evitar tocarme con las yemas, apretando mis muslos, desquiciándome. Gemí quedamente al notar que me bajaba el pantalón y se estiraba encima de mí, acariciándome todavía.
Ángel: Dime que nadie te ha tocado nunca como lo hago yo – murmuró en mi oído.
Patricia: Nadie, Ángel. Nadie me enciende como tú.
Apoyó sus brazos a ambos lados de mi cabeza, separando su pecho de mi cuerpo para no incomodarme con su peso, mirándonos a los ojos, él tratando de averiguar si mis palabras eran ciertas o eran producto del calentón que ambos llevábamos encima, pero mi voz no temblaba al afirmarlo: Ángel me resultaba condenadamente atractivo y versátil, capaz de pasar del sentimiento más dulce al más pasional en menos de un segundo, alterándome, excitándome, seduciéndome con su voz…
A esas alturas ya no albergaba dudas: estaba enamorada de Ángel y me había tocado el gordo, porque él sentía lo mismo por mí.
Nos deshicimos de la ropa frenéticamente, como si no tuviésemos todo el tiempo del mundo para dedicarnos tiempo en preliminares, como si pudiesen interrumpirnos otra vez.
Mi manos recorrían su cuerpo, desde la estrecha cintura que tenía hasta su espalda, notando cómo esta se ensanchaba al llegar a los pectorales; palpé sus hombros fuertes, musculosos, aferrándome a ellos a la vez que trataba de acercarle a mí. Él hacía fuerza hacia arriba, impidiendo que su pecho me aplastase contra el sofá.
Me enderecé lentamente buscando sus labios, Ángel sujetó mi espalda con sus manos y nos hizo rodar, haciendo que quedase encima de él. Con la espalda arqueada para no romper el beso, empecé a moverme sobre su miembro. Me hacía cosquillas en la espalda con la yema de sus dedos, provocando que soltase alguna que otra carcajada contra su boca, contagiándole a él también.
Despegó su espalda del sofá quedando sentado conmigo encima; puso una mano en mi nuca, besándome con profundidad mientras yo pasaba mis brazos por sus hombros, entrelazándolos a su espalda.
Empecé un ritmo calmado, ya me había acostumbrado a las pausas profundas de Ángel, a sus manos resbalando por mi espina dorsal haciéndome cosquillas, a entender sus gestos cuando llegaba al orgasmo: sus labios estirados, el sube y baja frenético de su pecho, sus manos aferrándose a mi cintura guiando el vaivén de mis caderas, su rostro escondido entre mis pechos, gimiendo al sentirse en lo más alto, ahogando su satisfacción en mi cuerpo para luego besarme en la clavícula al recuperar de nuevo el aliento.
Acabamos la noche en su cama, repitiendo hasta la saciedad, innovando, discutiendo por ver quién se colocaba arriba sin querer cedernos el puesto de privilegio para llevar la voz cantante, riéndonos cada dos por tres sin pretenderlo… Y al final…
Al final su cara apoyada en mi pecho, abrazando mi cintura mientras una fina sábana nos cubría. Apenas sentíamos el frío ya que la calefacción estaba a tope en casa de Ángel. Metí mis manos dentro de la sábana y las apoyé en su espalda, provocándole un escalofrío.
Ángel: Qué fría tienes las manos, jodía…
Patricia: Perdona, ¿quieres que las quite?
Ángel: No, quiero que me rasques la espalda.
Le obedecí, pasando mis uñas suavemente por su omóplato izquierdo, mientras él subía los hombros por las cosquillas y se reía.
Ángel: Ahí no, un poquito más a la derecha… Más, más… Un pelín más fuerte… Uaaaah… Ahí… Justo ahí, Patricia…
Patricia: Oye, gimes más cuando te rasco… ¿tienes algo que contarme? – bromeé.
Ángel: Sí, que te quiero – río.
Sonreí tontamente al escucharle mientras acariciaba su cabeza.
Patricia: No sabes lo que me alegro, porque yo a ti también – confesé.
Ángel: ¿Tú también qué? – levantó la cabeza como si pudiese verme en medio de tanta oscuridad.
Patricia: Que yo también te quiero, Ángel – dije sin dejar de revolver su pelo.
Ángel: Pero yo… - titubeó – Yo te quiero de amarte, no de “ay, cómo te quiero, amiga”… ¿entiendes?
Sonreí al ver que trataba de sacarme una confesión creyendo que, para ello, también era necesario que él lo admitiese, como para darme seguridad.
Patricia: Sí, entiendo – sonreí.
Supe que se había quedado serio, probablemente con una ceja alzada ante mi respuesta mientras volvió a acomodarse en mi pecho, refunfuñando:
Ángel: Me parece perfecto explicarme así de bien…
Aguanté la risa y le obligué a volver a mirarme.
Patricia: Te amo, tontito. Que te pones de un bobo cuando las cosas no te salen bien…
Ángel: Idiota…
Se incorporó un poco y me besó cortamente para justo después acomodarse en mi cuerpo mientras decía con voz feliz:
Ángel: Y bueno, chicaquemeama… Deja dormir ahora al chicoqueteama, que mañana madrugamos, ¿recuerdas?
Patricia: Buenas noches, cariño.
Ángel: Buenas noches, mi amor – dijo pronunciando exageradamente la “R”.
KeLa_13- Mensajes : 343
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