Entrevista
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Entrevista
«Los programas de cotilleo me aburren muchísimo y me ponen de mal humor»
Antes de machacar periodistas del corazón en el programa de La Sexta Sé lo que hicisteis, fue pianista en centros de la tercera edad y estudió para actor. También trabajó en La Noche con Fuentes y escribió los gags de Amparo Baró en la serie Siete vidas, en Telecinco, la cadena a la que ahora fríe a diario en el programa. Con 31 años y dos Premios TP de Oro, sus compañeros le llaman enano cabrón. Estuvo a punto de ser llevado a los tribunales. «Que yo sepa, no hemos atentado contra el honor de nadie», afirma.
Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografía de Chema Conesa
Con tres años recién cumplidos y un 9,2% de share (1.139.000 espectadores), el programa Sé lo que hicisteis… se ha consolidado como el buque insignia de La Sexta. Buena parte del éxito se debe a la sección del cómico Ángel Martín (Barcelona, 1977), inclemente fustigador de los programas de cotilleo. Que un iletrado en prensa rosa sea el azote de Karmele Marchante, Luis Mariñas, la Patiño y demás forenses del corazón no deja de tener su gracia. Y es que este «enano cabrón» (como le llama su compañera Patricia Conde) no deja títere con cabeza. Su materia prima son los vídeos del colorín –presenta unos 25 por programa– y las meteduras de pata que él disecciona con buenas dosis de sarcasmo a la hora tonta de la siesta.
Guionista, actor y presentador (por esta labor atesora dos Premios TP de Oro), su estilo desenfadado encaja a la perfección en su «bienhumorada» cadena, enfrentada con Telecinco por un quítame allá esos vídeos. Ante la prohibición de emitir imágenes de norias y anarrosas, SLQH respondió con la sección ¿Qué está pasando en Telecinco?, parte diario sobre las miserias de Casa Vasile que el humorista sirve con risa de hiena.
Más que una estrella emergente de la tele, él se considera un tipo corriente tocado por la suerte. Siguiendo los pasos de su padre, teclista de profesión, empezó a ganarse la vida como pianista en centros culturales de la tercera edad. Hasta que un casting del canal digital Paramount Comedy le brindó la oportunidad de trabajar como monologuista. Coordinador del programa Nuevos cómicos en Paramount y guionista de la serie Siete vidas, donde escribió los diálogos de Sole (la vieja gruñona interpretada por Amparo Baró), su paso por La noche de Fuentes le condujo al plató de SLQH. La entrevista se desarrolla en este mismo escenario, al término del programa y con una mujer de la limpieza como testigo. Más serio y retraído en la distancia corta que ante las cámaras (nada raro tratándose de un cómico), Martín nos saluda con sonrisa desganada y sin disimular su cansancio. El chico trabaja a destajo: cuando le sentamos en un mullido sofá, a punto estuvo de quedarse sopa. Angelito…
P. ¿Agotado?
R. Sí, la tensión del directo agota bastante. Además, a última hora pueden ocurrir mil cosas con las que nadie contaba. Solemos escribir el guión a toda prisa, con el tiempo justito, y a veces es demasiado tarde para pedirle al técnico una música adecuada. Cuando ocurre esto procuramos arreglarlo sobre la marcha, para que nadie se quede con el culo al aire.
P. El currículo que facilita su cadena afirma que «ha logrado hacerse un hueco entre los más agudos analistas del país». No especifican si es analista de Bolsa o tertuliano del programa de Federico Jiménez Losantos.
R. Creo que se refiere a la Bolsa, je, je, je. Cuando hay cualquier duda económica en La Sexta me llaman a mí, porque tengo contactos en Nueva York y enseguida subo y lo soluciono…
P. Digamos que en Sé lo que hicisteis comenta vídeos del corazón (y del hígado) con cierto desparpajo…
R. Sobre todo, para divertirme yo. Porque el día que sienta que sólo doy paso a un vídeo, sin la parte cómica añadida, será el momento de cerrar el chiringuito.
P. ¿Para triunfar (para hacerse un hueco) hay que sudar?
R. ¡Una barbaridad! Hombre, habrá quien piense que llegamos media hora antes al plató, nos ponemos un traje, contamos cuatro chistes y, tras dos horas delante de las cámaras, nos vamos… Aquí curramos de 9 a 6.
P. Perdone el psicoanálisis barato: ¿su sarcástica comicidad es la máscara tras la cual se esconde una timidez no del todo superada?
R. Cada vez soy menos tímido, pero es cierto que hay una parte muy tímida en mí. Se me notaba aún más en La noche de Fuentes, porque era la primera vez que hacía tele en directo, aunque ya había trabajado como monologuista en Paramount Comedy. Ahora conozco el tinglado desde dentro, y en estos últimos cinco años he aprendido a tomarme las cosas con más calma. En las entrevistas ya no estoy tan a la defensiva.
P. ¿La comedia necesita ese punto de timidez?
R. Sí, aunque en según para qué personajes. Cuando hago un monólogo, por ejemplo, mi timidez me permite jugar a esta cosa incómoda de contar asuntos íntimos. Ese punto de verdad funciona muy bien.
P. ¿En el colegio destacaba por gracioso o por apocado?
R. Sobresalía por fundirme con la pared de la última fila de la clase. Intentaba pasar inadvertido…. y era el blanco perfecto de los malotes.
P. ¿Tiene algún trauma de infancia?
R. Una vez, cuando estudiaba 1º de BUP, fui a clase con un traje de color verde pistacho y una camisa de seda blanca. Acababa de ver Qué ruina de función (1992), en la que Christopher Reeve aparecía vestido así, y me pareció que eso quedaba de puta madre. Sí, era bastante idiota.
P. ¿Aquella fue su primera actuación, quizá la más bochornosa?
R. De las primeras. La más bochornosa fue ir a la escuela vestido de…
P. …¿Spiderman?
R. Dios mío, ¿has hablado con mi familia? [risas]. Sí, mi madre se confundió de día y me puso ese disfraz la víspera de Carnaval.
P. Tengo entendido que es un pianista frustrado, ¿cierto?
R. Sí, durante un tiempo tuve un profesor que me dio clases de piano a domicilio. Iba para pianista clásico, pero un día decidí seguir los pasos de mi padre, teclista profesional, y empecé a tocar tangos y pasodobles en centros culturales para mayores. Así estuve cuatro o cinco años. A veces, durante el baile, te informaban de que había muerto un socio y te pedían que guardaras un minuto de silencio entre dos canciones. La primera vez que me enfrenté a ese marrón no sabía cómo romper ese minuto de silencio; todo el mundo miraba el reloj esperando que se reanudara el baile, como si les estuvieras robando segundos de diversión, hasta que se me ocurrió gritar: ¡Bravo! Creo que fue uno de los momentos más incómodos y a la vez más cómicos de mi vida.
P. ¿Decidió estudiar interpretación al percatarse de que nunca llegaría a ser Richard Clayderman?
R. No, decidí ser actor cuando mi trabajo de pianista me permitió pagarme las clases. Me apunté a 15 de octubre, una escuela de cine de Barcelona, pero la dejé al tercer año porque era aterradora. Algunos años después, cuando trabajaba en La noche de Fuentes, me llamó el director de aquella academia para ofrecerse como representante (risas).
P. ¿Tenía actores de referencia o se quedó en Christopher Reeve?
R. Siempre he sido muy fan de Al Pacino, aunque en casa seguíamos mucho a cómicos como Gila o Pepe Rubianes. La comedia siempre estuvo en el aire; éramos bastante payasos.
P. Hasta que un día la fortuna le sorprende disfrazado de fantasma…
R. Sí, la cadena Paramount Comedy montó un local de comedia en Barcelona y empezó a buscar nuevos talentos por las escuelas de interpretación. Obedeciendo a mi profesora, yo escribí una pequeña pieza de teatro sobre un fantasma que vive apaciblemente en una casa abandonada hasta que cuatro tíos vienen a investigar una psicofonía. A falta de sábana, me quité el jersey y me lo puse en la cabeza. Al acabar la función, el director de casting, Ricardo Castella, me miró fijamente y, muy serio, me dijo que aquello no era un monólogo. Pero me dio cuatro claves, reescribí el texto y, al cabo de dos meses, me pagaron el viaje a Madrid. Aquel monólogo fue lo primero que grabé para la Paramount, y con el tiempo acabé de coordinador del canal Nuevos cómicos.
P. En la serie Siete Vidas escribía los gags de Sole, la vieja gruñona interpretada por Amparo Baró. ¿Tiene algo de aquel personaje?
R. Antes era bastante gruñón, pero ya se me ha pasado..
P. En el primer programa de SLQH, Patricia Conde le presentó como «alguien que, a pesar de no tener ni idea de quién es quién en el panorama rosa, nos ayudará a entender por qué los periodistas del corazón son como son». Tres años después… ¿ha conseguido tomarle el pulso a la (hinchadísima) vena del cuello de María Patiño?
R. Esa presentación sigue siendo perfectamente válida. Sigo sin tener ni idea de quién es quién en ese mundillo.
P. No me lo creo.
R. A ver, les pongo cara, pero no sé lo que han hecho o han dejado de hacer; ni lo que han dicho o han dejado de decir.
P. Júreme que no ve programas del corazón.
R. Hombre, si estoy haciendo zapping y de repente salen La Noria o Dónde estás corazón, me intereso por el personaje invitado para ver si me da juego. Pura deformación profesional, porque los programas de cotilleo me aburren muchísimo y me ponen de mal humor.
P. ¿La putrefacción del Tomate fue para usted un motivo de orgullo?
R. Nos proporcionaban mucho material, pero si se pudrió fue porque cruzó una línea que iba más allá de lo agradable o lo desagradable.
P. ¿Y SLQH no ha sobrepasado ningún límite?
R. Sí: pusimos demasiados vídeos de Telecinco. ¡Mierda!
P. Recibió dos TP al mejor presentador (2007 y 2008). ¿Echa de menos un premio de Medio Ambiente, por reciclar la basura catódica?
R. No me lo había planteado, pero voy a exigirlo, ja, ja.
P. Gracias a la sección El empleado de la semana, por la que desfilan los tertulianos más metepatas, algunos profesionales consiguen la (mala) fama por un día. ¿Reciben muchas quejas de los damnificados?
R. ¡Al contrario!: sólo recibimos muestras de agradecimiento. Carmen Hornillos, por ejemplo, supo tomarse la distinción con muchísimo sentido del humor [la ex presentadora Corazón de milenio, emitido por el Canal 7 en Madrid, pasó de ser objeto de mofa a convertirse en musa y protagonizar un sketch].
P. Respondieron a la prohibición de emitir imágenes de Telecinco con la sección ¿Qué está pasando en Telecinco?. ¿Le gusta su papel de sicario?
R. Sí, me divierte mucho. Mi compañero Dani defiende la postura de Telecinco, lo justifica todo, mientras que a mí me toca el papel de salvaje.
P. ¿Es tan «enano cabrón» como dice Patricia Conde?
R. Tan cabrón sí, pero tan enano no. Mido 1,92, pero la tele encoge.
P. La emisión de ese espacio les ha ocasionado alguna nueva denuncia judicial por parte de «Casa Vasile»?
R. De momento no ha llegado nada, ja, ja. Que yo sepa, no estamos usando ninguna imagen de la cadena ni hemos atentando contra el honor de nadie.
P. ¿Podría meterle caña a su jefe Jaime Roures (presidente de Mediapro, a la que pertenece La Sexta) de la misma forma que crucifica a Vasile?
R. Se puede intentar, y si al día siguiente no hay programa, comprobaremos que no era buena idea… De momento, lo que hace guay a La Sexta es que puedes dar la misma cantidad de ostias a tu propia cadena.
P. ¿Se siente cómodo en ese buenrrollismo marca de la casa?
R. Siempre y cuando se entienda como buenrrollismo lo que yo entienda por buenrrollismo: trabajar en un ambiente cómodo donde te permitan cierta libertad creativa. Sí, comulgo con ese «inconformismo positivo».
P. Añade Roures que en La Sexta «no hay relojes ni calendario de vacaciones: la gente descansa cuando el trabajo está hecho» (apelando a la responsabilidad del trabajador).
R. Sí, claro… Sólo voy a decir que cuando acabe esta entrevista tengo que preparar el guión del próximo programa.
P. No se queje, está rodeado de pibones…
R. ¡Son todas feísimas!
P. ¿Aceptaría sustituir a Jaime Cantizano en Dónde estás corazón por el doble de lo que gana?
R. No, no me interesa en absoluto ese programa. En todo caso, me apetecería hacer algo de cine. Yo iba para actor ¿sabes?, aunque me quedara por el camino.
Antes de machacar periodistas del corazón en el programa de La Sexta Sé lo que hicisteis, fue pianista en centros de la tercera edad y estudió para actor. También trabajó en La Noche con Fuentes y escribió los gags de Amparo Baró en la serie Siete vidas, en Telecinco, la cadena a la que ahora fríe a diario en el programa. Con 31 años y dos Premios TP de Oro, sus compañeros le llaman enano cabrón. Estuvo a punto de ser llevado a los tribunales. «Que yo sepa, no hemos atentado contra el honor de nadie», afirma.
Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografía de Chema Conesa
Con tres años recién cumplidos y un 9,2% de share (1.139.000 espectadores), el programa Sé lo que hicisteis… se ha consolidado como el buque insignia de La Sexta. Buena parte del éxito se debe a la sección del cómico Ángel Martín (Barcelona, 1977), inclemente fustigador de los programas de cotilleo. Que un iletrado en prensa rosa sea el azote de Karmele Marchante, Luis Mariñas, la Patiño y demás forenses del corazón no deja de tener su gracia. Y es que este «enano cabrón» (como le llama su compañera Patricia Conde) no deja títere con cabeza. Su materia prima son los vídeos del colorín –presenta unos 25 por programa– y las meteduras de pata que él disecciona con buenas dosis de sarcasmo a la hora tonta de la siesta.
Guionista, actor y presentador (por esta labor atesora dos Premios TP de Oro), su estilo desenfadado encaja a la perfección en su «bienhumorada» cadena, enfrentada con Telecinco por un quítame allá esos vídeos. Ante la prohibición de emitir imágenes de norias y anarrosas, SLQH respondió con la sección ¿Qué está pasando en Telecinco?, parte diario sobre las miserias de Casa Vasile que el humorista sirve con risa de hiena.
Más que una estrella emergente de la tele, él se considera un tipo corriente tocado por la suerte. Siguiendo los pasos de su padre, teclista de profesión, empezó a ganarse la vida como pianista en centros culturales de la tercera edad. Hasta que un casting del canal digital Paramount Comedy le brindó la oportunidad de trabajar como monologuista. Coordinador del programa Nuevos cómicos en Paramount y guionista de la serie Siete vidas, donde escribió los diálogos de Sole (la vieja gruñona interpretada por Amparo Baró), su paso por La noche de Fuentes le condujo al plató de SLQH. La entrevista se desarrolla en este mismo escenario, al término del programa y con una mujer de la limpieza como testigo. Más serio y retraído en la distancia corta que ante las cámaras (nada raro tratándose de un cómico), Martín nos saluda con sonrisa desganada y sin disimular su cansancio. El chico trabaja a destajo: cuando le sentamos en un mullido sofá, a punto estuvo de quedarse sopa. Angelito…
P. ¿Agotado?
R. Sí, la tensión del directo agota bastante. Además, a última hora pueden ocurrir mil cosas con las que nadie contaba. Solemos escribir el guión a toda prisa, con el tiempo justito, y a veces es demasiado tarde para pedirle al técnico una música adecuada. Cuando ocurre esto procuramos arreglarlo sobre la marcha, para que nadie se quede con el culo al aire.
P. El currículo que facilita su cadena afirma que «ha logrado hacerse un hueco entre los más agudos analistas del país». No especifican si es analista de Bolsa o tertuliano del programa de Federico Jiménez Losantos.
R. Creo que se refiere a la Bolsa, je, je, je. Cuando hay cualquier duda económica en La Sexta me llaman a mí, porque tengo contactos en Nueva York y enseguida subo y lo soluciono…
P. Digamos que en Sé lo que hicisteis comenta vídeos del corazón (y del hígado) con cierto desparpajo…
R. Sobre todo, para divertirme yo. Porque el día que sienta que sólo doy paso a un vídeo, sin la parte cómica añadida, será el momento de cerrar el chiringuito.
P. ¿Para triunfar (para hacerse un hueco) hay que sudar?
R. ¡Una barbaridad! Hombre, habrá quien piense que llegamos media hora antes al plató, nos ponemos un traje, contamos cuatro chistes y, tras dos horas delante de las cámaras, nos vamos… Aquí curramos de 9 a 6.
P. Perdone el psicoanálisis barato: ¿su sarcástica comicidad es la máscara tras la cual se esconde una timidez no del todo superada?
R. Cada vez soy menos tímido, pero es cierto que hay una parte muy tímida en mí. Se me notaba aún más en La noche de Fuentes, porque era la primera vez que hacía tele en directo, aunque ya había trabajado como monologuista en Paramount Comedy. Ahora conozco el tinglado desde dentro, y en estos últimos cinco años he aprendido a tomarme las cosas con más calma. En las entrevistas ya no estoy tan a la defensiva.
P. ¿La comedia necesita ese punto de timidez?
R. Sí, aunque en según para qué personajes. Cuando hago un monólogo, por ejemplo, mi timidez me permite jugar a esta cosa incómoda de contar asuntos íntimos. Ese punto de verdad funciona muy bien.
P. ¿En el colegio destacaba por gracioso o por apocado?
R. Sobresalía por fundirme con la pared de la última fila de la clase. Intentaba pasar inadvertido…. y era el blanco perfecto de los malotes.
P. ¿Tiene algún trauma de infancia?
R. Una vez, cuando estudiaba 1º de BUP, fui a clase con un traje de color verde pistacho y una camisa de seda blanca. Acababa de ver Qué ruina de función (1992), en la que Christopher Reeve aparecía vestido así, y me pareció que eso quedaba de puta madre. Sí, era bastante idiota.
P. ¿Aquella fue su primera actuación, quizá la más bochornosa?
R. De las primeras. La más bochornosa fue ir a la escuela vestido de…
P. …¿Spiderman?
R. Dios mío, ¿has hablado con mi familia? [risas]. Sí, mi madre se confundió de día y me puso ese disfraz la víspera de Carnaval.
P. Tengo entendido que es un pianista frustrado, ¿cierto?
R. Sí, durante un tiempo tuve un profesor que me dio clases de piano a domicilio. Iba para pianista clásico, pero un día decidí seguir los pasos de mi padre, teclista profesional, y empecé a tocar tangos y pasodobles en centros culturales para mayores. Así estuve cuatro o cinco años. A veces, durante el baile, te informaban de que había muerto un socio y te pedían que guardaras un minuto de silencio entre dos canciones. La primera vez que me enfrenté a ese marrón no sabía cómo romper ese minuto de silencio; todo el mundo miraba el reloj esperando que se reanudara el baile, como si les estuvieras robando segundos de diversión, hasta que se me ocurrió gritar: ¡Bravo! Creo que fue uno de los momentos más incómodos y a la vez más cómicos de mi vida.
P. ¿Decidió estudiar interpretación al percatarse de que nunca llegaría a ser Richard Clayderman?
R. No, decidí ser actor cuando mi trabajo de pianista me permitió pagarme las clases. Me apunté a 15 de octubre, una escuela de cine de Barcelona, pero la dejé al tercer año porque era aterradora. Algunos años después, cuando trabajaba en La noche de Fuentes, me llamó el director de aquella academia para ofrecerse como representante (risas).
P. ¿Tenía actores de referencia o se quedó en Christopher Reeve?
R. Siempre he sido muy fan de Al Pacino, aunque en casa seguíamos mucho a cómicos como Gila o Pepe Rubianes. La comedia siempre estuvo en el aire; éramos bastante payasos.
P. Hasta que un día la fortuna le sorprende disfrazado de fantasma…
R. Sí, la cadena Paramount Comedy montó un local de comedia en Barcelona y empezó a buscar nuevos talentos por las escuelas de interpretación. Obedeciendo a mi profesora, yo escribí una pequeña pieza de teatro sobre un fantasma que vive apaciblemente en una casa abandonada hasta que cuatro tíos vienen a investigar una psicofonía. A falta de sábana, me quité el jersey y me lo puse en la cabeza. Al acabar la función, el director de casting, Ricardo Castella, me miró fijamente y, muy serio, me dijo que aquello no era un monólogo. Pero me dio cuatro claves, reescribí el texto y, al cabo de dos meses, me pagaron el viaje a Madrid. Aquel monólogo fue lo primero que grabé para la Paramount, y con el tiempo acabé de coordinador del canal Nuevos cómicos.
P. En la serie Siete Vidas escribía los gags de Sole, la vieja gruñona interpretada por Amparo Baró. ¿Tiene algo de aquel personaje?
R. Antes era bastante gruñón, pero ya se me ha pasado..
P. En el primer programa de SLQH, Patricia Conde le presentó como «alguien que, a pesar de no tener ni idea de quién es quién en el panorama rosa, nos ayudará a entender por qué los periodistas del corazón son como son». Tres años después… ¿ha conseguido tomarle el pulso a la (hinchadísima) vena del cuello de María Patiño?
R. Esa presentación sigue siendo perfectamente válida. Sigo sin tener ni idea de quién es quién en ese mundillo.
P. No me lo creo.
R. A ver, les pongo cara, pero no sé lo que han hecho o han dejado de hacer; ni lo que han dicho o han dejado de decir.
P. Júreme que no ve programas del corazón.
R. Hombre, si estoy haciendo zapping y de repente salen La Noria o Dónde estás corazón, me intereso por el personaje invitado para ver si me da juego. Pura deformación profesional, porque los programas de cotilleo me aburren muchísimo y me ponen de mal humor.
P. ¿La putrefacción del Tomate fue para usted un motivo de orgullo?
R. Nos proporcionaban mucho material, pero si se pudrió fue porque cruzó una línea que iba más allá de lo agradable o lo desagradable.
P. ¿Y SLQH no ha sobrepasado ningún límite?
R. Sí: pusimos demasiados vídeos de Telecinco. ¡Mierda!
P. Recibió dos TP al mejor presentador (2007 y 2008). ¿Echa de menos un premio de Medio Ambiente, por reciclar la basura catódica?
R. No me lo había planteado, pero voy a exigirlo, ja, ja.
P. Gracias a la sección El empleado de la semana, por la que desfilan los tertulianos más metepatas, algunos profesionales consiguen la (mala) fama por un día. ¿Reciben muchas quejas de los damnificados?
R. ¡Al contrario!: sólo recibimos muestras de agradecimiento. Carmen Hornillos, por ejemplo, supo tomarse la distinción con muchísimo sentido del humor [la ex presentadora Corazón de milenio, emitido por el Canal 7 en Madrid, pasó de ser objeto de mofa a convertirse en musa y protagonizar un sketch].
P. Respondieron a la prohibición de emitir imágenes de Telecinco con la sección ¿Qué está pasando en Telecinco?. ¿Le gusta su papel de sicario?
R. Sí, me divierte mucho. Mi compañero Dani defiende la postura de Telecinco, lo justifica todo, mientras que a mí me toca el papel de salvaje.
P. ¿Es tan «enano cabrón» como dice Patricia Conde?
R. Tan cabrón sí, pero tan enano no. Mido 1,92, pero la tele encoge.
P. La emisión de ese espacio les ha ocasionado alguna nueva denuncia judicial por parte de «Casa Vasile»?
R. De momento no ha llegado nada, ja, ja. Que yo sepa, no estamos usando ninguna imagen de la cadena ni hemos atentando contra el honor de nadie.
P. ¿Podría meterle caña a su jefe Jaime Roures (presidente de Mediapro, a la que pertenece La Sexta) de la misma forma que crucifica a Vasile?
R. Se puede intentar, y si al día siguiente no hay programa, comprobaremos que no era buena idea… De momento, lo que hace guay a La Sexta es que puedes dar la misma cantidad de ostias a tu propia cadena.
P. ¿Se siente cómodo en ese buenrrollismo marca de la casa?
R. Siempre y cuando se entienda como buenrrollismo lo que yo entienda por buenrrollismo: trabajar en un ambiente cómodo donde te permitan cierta libertad creativa. Sí, comulgo con ese «inconformismo positivo».
P. Añade Roures que en La Sexta «no hay relojes ni calendario de vacaciones: la gente descansa cuando el trabajo está hecho» (apelando a la responsabilidad del trabajador).
R. Sí, claro… Sólo voy a decir que cuando acabe esta entrevista tengo que preparar el guión del próximo programa.
P. No se queje, está rodeado de pibones…
R. ¡Son todas feísimas!
P. ¿Aceptaría sustituir a Jaime Cantizano en Dónde estás corazón por el doble de lo que gana?
R. No, no me interesa en absoluto ese programa. En todo caso, me apetecería hacer algo de cine. Yo iba para actor ¿sabes?, aunque me quedara por el camino.
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